Hace unos años estuve en la
República Dominicana visitando a mi compadre y su familia. Por circunstancias
de su trabajo tenía que moverse por ese país que ocupa dos tercios de La
Española. Cuando estaban acabando mis vacaciones me llevó a Lago Enriquillo, un
lugar cercano a la ciudad de Barahona que está en un parque natural.
Leyendo en internet sobre el
lago Enriquillo, me llamó especialmente la atención la población de cocodrilos
que allí hay. Si, cocodrilos. No caimanes o aligátores que es lo que abunda por
aquellas tierras.
Pregunté a mi compadre sobre
aquella población que tan lejos estaba de sus congéneres al otro lado de los
océanos y me indicó que es una única especie de cocodrilos que se llaman
cocodrilos americanos y que se extienden por el Caribe y América Central.
Tanto me llamó la atención
que cuando llegamos me puse a buscarlos. Me costó encontrar algunos que no se
alejaran al acercarme pero a última hora di con un grupito de tres que estaban
charlando junto a la orilla. Comentaban que aunque algo escasa la cena había
sido suficiente. Lo cierto es que el que fueran dominicanos fue una ventaja
para mí pues, aún con sus giros particulares, hablaban español por lo que les
entendí a la perfección. Con cuidado de no asustarles me presente a ellos.
- Buenas tardes
señores cocodrilos, disculpen que les moleste y por favor no se marchen, mi
intención es hablar con ustedes desde aquí sin importunarles demasiado.
En un principio hicieron
amago de escabullirse en el lago pero uno de ellos algo mayor de tamaño, quizá
midiera unos seis metros, se quedó un tanto desafiante a la par que preparado
para hundirse en el lago.
- Por favor, no se
marchen, ya les he dicho que mi intención es exclusivamente charlar con
ustedes.
- No es usted de
por aquí ¿verdad? Me preguntó casi afirmando.
- Efectivamente,
soy de España y estoy disfrutando unos días de vacaciones en esta isla tan
bonita.
- Mmm… España…
Nuestro tataratatarabuelo contaba que, en su viaje, había pasado cerca de una
ciudad española… Cádiz, nos decía que se llamaba.
- Si, es una
ciudad que está al lado del estrecho que separa el mar Mediterráneo del océano
Atlántico.
- ¡Eh! ¡Muchachos!
¡Acercaos! Gritó a los otros cocodrilos. No es un cazador furtivo.
- Estás seguro que
no tiene un arma. Dijo uno de ellos.
- No, no la tiene,
venga, venid para acá.
- Hey ¿Quién eres?
Preguntó el otro.
- Me llamo Luis y
he venido de España a pasar unos días de vacaciones.
- ¿Y cómo es que
te has llegado hasta aquí? Preguntó el mismo de antes mientras se acercaba.
- Pues me han
traído a ver el lago y me han hablado de la existencia de cocodrilos en él y
como es algo que me parecía raro he estado recorriendo la orilla hasta que les
he visto.
- Pero vamos a
tutearnos ¿no? Dijo otro mientras se acercaba más.
- De acuerdo, nos
tuteamos. Dije mientras me alejaba un poco.
- Pero no te vayas
hombre.
- No, no me voy,
solo me aparto que aunque os he oído que con lo que habéis cenado tenéis
bastante no se si se os puede pasar por la cabeza preparar el desayuno conmigo.
- Pero chico, que
desconfiado eres. Vale, nos quedaremos aquí para que te sientas más a gusto.
- Gracias. ¿Podría
haceros unas preguntas?
- Claro, como no.
- ¿Qué hacéis unos
cocodrilos como vosotros en el Caribe? Estáis lejos de vuestros parientes
africanos o asiáticos.
- Si, realmente
nuestra historia es curiosa, nosotros descendemos de los africanos por parte de
Camilo y de los asiáticos por parte de Amalia.
- ¿Cómo? ¿Qué
queréis decir? ¿Quiénes son Camilo y Amalia?
- No es quienes
son, sino quienes fueron. Es una historia larga, ¿seguro que quieres que te la
contemos ahora que es prácticamente de noche? ¿No será mejor que lo dejemos
para mañana? Así no nos dan tentaciones
de acercarnos en la oscuridad.
- De acuerdo,
gracias por el aviso.
- De nada, la
verdad es que nos caes simpático y no tenemos muchas ocasiones de charlar con
humanos, siempre salen huyendo o salimos huyendo nosotros si son cazadores
furtivos.
- Bueno, pues
hasta mañana. ¿En este mismo sitio?
- Si, aquí se está
bien.
Al día siguiente le dije a
mi compadre que iba a dar una vuelta por la orilla del lago Enriquillo y que
echaría toda la mañana en ello. Me dijo que le venía bien pues tenía que
acercarse a la frontera con Haití para hablar con unos cooperantes franceses
que estaban en ese país. Así pues, me dirigí al lago donde encontré a los tres
cocodrilos en la orilla tomando el sol.
- Hola, buenos
días, que tal están.
- Bien, muy bien,
gracias, pero ¿no habíamos quedado en tutearnos?
- Si, disculpen,
disculpad quiero decir. ¿Lleváis mucho tiempo esperando?
- Pues un poco,
madrugar, lo que se dice madrugar, no madrugas mucho. Ya hemos desayunado y
estábamos recordando nuestra historia. Con estas patas no es que podamos
escribir por eso nos contamos las historias que nos han contado a nosotros y
así las recordamos y guardamos.
Ayer nos
quedamos en que nos preguntaste quienes eran Camilo y Amalia ¿no?
- Si, así fue.
- Pues Camilo y
Amalia fueron nuestros ancestros, el origen de todos nosotros, por poner un
ejemplo podríamos decir que fueron el equivalente a vuestros Adán y Eva.
Decías que
estábamos lejos de nuestros parientes asiáticos y africanos y así es, pero para
Camilo y Amalia no fue un impedimento la distancia. Inexplicablemente llegaron
casi al mismo tiempo a nuestro Mar Caribe y se asentaron en esta isla… Pensando
en ello quizá hubiera sido más lógico que se hubieran encontrado en la India
pero no fue así, se encontraron aquí.
- Pero ¿cómo pudo
ser eso? ¿de donde vinieron?
Otro de los tres cocodrilos
tomó la palabra.
- Escucha lo que
te vamos a contar y puedes preguntar de vez en cuando pero no nos interrumpas
mucho que se nos va el santo al cielo y por menos de un pimiento nos perdemos.
Nuestra tradición en cuanto a nuestra historia es oral, como te hemos dicho, y
repetimos de memoria muchos pasajes, casi como un mantra de los asiáticos.
- Vale, disculpad.
Por favor continuad.
- Como te
estábamos contando, cada uno vino de un lugar distinto para encontrarse,
felízmente para nosotros, en el Caribe. Camilo fue el cocodrilo que llegó del
Nilo.
- ¡Ah! Entonces
era africano.
- ¿Puedo seguir?
- Si claro,
perdona de nuevo.
- Pues eso: Camilo
fue el cocodrilo que llegó del Nilo y Amalia llegó de Australia.
Yo conozco, o
recuerdo para ser más exactos, la historia de Camilo y aquí mi amigo, dijo
señalando con la cabeza al cocodrilo de su izquierda, conoce mejor la de
Amalia, cada uno te contaremos una y él, señaló al otro del trío, completará lo
que nos vayamos olvidando.
…
¿Qué? ¿No
preguntas nada?
- Pues es que se
me ocurren muchas preguntas pero creo que mejor es escuchar y ya preguntaré.
- Veis, os había
dicho que me cae bien este humano, aprende rápido, escucha y parece que está
verdaderamente interesado en nuestra historia, podemos contársela.
Camilo era un
cocodrilo que vivía en el Nilo y que había oído contar a cocodrilos viajeros,
que a su vez lo habían oído de otros cocodrilos que habían llegado de donde se
oculta el sol, que había un río inmenso, el padre de todos los ríos, que
superaba incluso ese río en el que desembocaba su Nilo, el cual, aún en época
de crecida, era pequeño comparado con él. Con el tiempo, oyendo a los humanos y
viendo lo que en vuestras cajas contáis, sabemos que ese primer río enorme es
lo que llamáis Mediterráneo y que ese Inmenso Río padre de todos los ríos del
que hablaban los cocodrilos viajeros lo llamáis Atlántico.
Llegó un día en
que Camilo decidió conocer ese Inmenso Río en el que se hundía el sol. Es
importante que todos sepamos que Camilo era un excelente nadador, el mejor de
todos los cocodrilos, el más rápido y resistente de todos. Llegaba el primero a
las presas y podía estar nadando día y noche sin cansarse. Se estuvo
informando, charlando con todo cocodrilo que se le ponía a tiro y que supiera y
quisiera contar algo sobre el Inmenso Río. Después de muchísimas conversaciones
decidió que como lo suyo era nadar y no andar (lo cierto es que no era ni mucho
menos el más veloz andando) iría nadando por el Nilo hasta desembocar en el
Gran Rio y desde este al Inmenso Río, pues de todos los cocodrilos es sabido
que todos los ríos desembocan en otros ríos mayores hasta llegar al Inmenso
Río.
Los animales de
cuatro patas decidieron acercarse al río para que pudiera cazar a uno de ellos
y así, alimentándose de él, cogió reservas para su viaje que comenzó sin
dilación, despidiéndose solo de los que se cruzaron con él en su descenso.
Nadó, nadó y por
fin, después de pasar unos canales estrechos entre arena, se dio cuenta de que
estaba nadando en una cantidad enorme de agua. Había llegado al Gran Rio en el
que desembocaba el Nilo. Había cumplido su primera etapa.
De lo primero de
lo que se percató fue que el agua estaba mucho más salada que la del Nilo
incluso cuando este estaba en su temporada más baja lleno de arena y barro y
curiosamente, según iba nadando más y más en ese Gran Río en dirección a la
caída del sol iba notando como su cuerpo se iba adaptando, a esa sal que había
en el agua, llorando más de lo habitual.
Sin dejar el
agua en ningún momento nadó y nadó hacia donde se ocultaba el sol.
Comía peces y de
vez en cuando se quedaba quieto, con la boca abierta, flotando en la superficie
hasta que una gaviota imprudente, confundiéndole con un tronco a la deriva se
posaba sobre él. Cuando se acercaba a su boca para picotear los restos de
pescado que le habían quedado entre los dientes la cogía en un visto y no
visto. Así, con esos extras en la comida llegó, tras ochenta soles, a un lugar
en el que el Gran Rio (vuestro Mar Mediterráneo) se estrechaba. Allí sí que
había una gran cantidad de peces. Comió hasta que ya no podía más, pasó al lado
de una gran montaña y desembocó en el Inmenso Río.
Uno de los cocodrilos dio
unos pasos rapidísimos hacia donde estaba yo. Aunque estaba en una zona un poco
elevada, de difícil acceso para él, me asuste y reculé apartándome.
- Pero dónde vas.
Dijo el que estaba hablando.
- Oye. Es que
hablar de tanta comida me ha dado hambre y no lo he podido evitar.
- Pero bueno. Qué
va a pensar este humano de nosotros. Va a creer que no tenemos palabra y que
estamos entreteniéndole para zampárnoslo. Dijo el primero con el que había
entablado conversación.
- Lo siento, lo
siento, pero ten en cuenta que no nos hemos presentado lo que aún le deja en el
lugar de una potencial presa. Dijo el cocodrilo que había avanzado hacia mí.
- Es cierto. Ha
sido un olvido peligroso no cumplir con nuestros protocolos.
- Luis ¿Así es
como has dicho que te llamas, no?
- Sí.
- Bueno, pues este
que tiene tanta hambre y que te va a contar la historia de Amalia se llama
Simón. Simón, este es Luis. Luis, este es Simón. Presentados.
El que te está
contando la historia de Camilo se llama Xavier. Xavier, este es Luis. Luis,
este es Xavier. Presentados.
…
…
Pero bueno, es
que nadie va a presentarme a mí. ¿Me tengo que presentar solo? Soy Carlos pero
todos me llaman Charli. Encantado de conocerte Luis.
- Encantado de
conoceros. ¿Ahora me puedo sentir algo más seguro?
- Ya somos
conocidos. Tú no eres un humano, eres Luis y nosotros no somos unos cocodrilos,
somos Simón, Xavier y Charli.
- OK, lo cierto es
que me tranquiliza conocer y aplicar vuestras costumbres.
- Una vez que nos
conocemos todos, Xavier ¿podrías continuar con la historia de Camilo?
- Camilo había
llegado al Inmenso Río. Te recuerdo que es lo que vosotros llamáis Océano
Atlántico. Y sin alejarse mucho de la orilla de su izquierda para asegurarse la
comida, continuó nadando hacia donde se ocultaba el sol. A los pocos soles vio
que al igual que le había pasado con el Gran Río cuando nadaba por él, la otra
orilla había desaparecido.Tras unos cuarenta soles decidió parar en una
península a la que había llegado. Pájaros, lo que se dice pájaros o gaviotas o
algo así, más bien había pocos. En la bahía interior encontró peces y no
les hizo ascos a unas cuantas langostas, grandes aunque algo insípidas, para
llenar el estómago.
- Vamos Xavier no
te enrolles, que te gusta mucho adornar las historias y así no vamos a acabar
nunca.
- Por cierto
Charli. Dijo Luis. ¿A qué velocidad podéis nadar?
- Pues puede
variar de unos a otros pero podemos alcanzar entre veinticinco y cuarenta y
cinco kilómetros por hora. Quizá más de cuarenta y cinco en sprint y cerca de
los veinticinco mantenido. ¿Por qué esa curiosa pregunta?
- Lo imaginaba por
el tiempo que tardó en llegar Camilo desde la desembocadura del Nilo al
estrecho de Gibraltar…
- Lo del Nilo lo
entendemos pero eso de estrecho de Gibraltar ¿qué es?
- Lo que Camilo os
contó que vio en la desembocadura del Gran Río en el Inmenso Río, la montaña
que vio a su derecha se llama Gibraltar.
- Ah. Vale.
- Luego, si nadó
cuarenta días, soles como él decía, y llegó a una península, debió de ser
al norte de un país que se llama Nigeria. Hay una península que ahora en su
bahía tiene una ciudad que se llama Port-Étienne.
- Bien, gracias
por la lección de lugares del mundo. Ahora, Xavier, sigue por favor.
- Camilo, tras
alimentarse hasta no poder más, una mañana, se puso a nadar con el sol a sus
espaldas, el sol pasó sobre él y se ocultó en el Inmenso Río y no se veía
orilla alguna. Paró y se dejó flotar a la deriva. Miró hacia atrás y apenas vio
la orilla que había abandonado. Cerró los ojos y durmió.
Despertó con la
salida del sol y nadó de nuevo. De nuevo pasó el sol sobre él y cayó en el
Inmenso Río. Camilo durmió.
Casi ochenta
soles hicieron ese recorrido. Casi ochenta soles durante los cuales cazó una
tortuga, varios peces y un delfín moribundo. Casi ochenta soles y tras la noche
despertó cuando el sol salía al sentir que algo estaba sobre su espalda. Abrió
los ojos despacio y girándolos hacia atrás vio una gaviota sobre él. Muy
despacio abrió la boca lo justo para que el olor del pescado un poco pasado que
tenía entre los dientes llegase a ella. La gaviota, como si estuviera en
trance, se fue acercando al atrayente olor.
Estaba la
gaviota lejos de la costa pues se había enfadado con su bandada que la había
dado de lado por intimar con un pelícano. Cansada de volar había pasado la
noche dormitando, flotando en el agua hasta la salida del sol. Cuando se
despertó vio un tronco flotando y decidió subirse a él para ver si tenía algún
molusco o algo comestible antes de emprender el vuelo de vuelta.
Cuando se posó
sobre él vio que no tenía nada comestible, era ancho y se hacía más fino hacia
un lado y hacia el otro… Juraría que no tenía esa forma cuando se posó en él.
Quizá se había girado pues ahora asomaba una especie de rama hacia arriba en su
extremo. Oh, qué bien, efectivamente debía haber estado sumergido y se había
dado la vuelta pues de la rama le llegaba un olor a restos de peces de lo más
sugestivo. Decidió acercarse para ver si podía aprovechar algo y así coger
fuerzas para la vuelta.
Cuando se estaba
acercando al nacimiento de la rama vio casi en su base algo que le llamó la
atención. Parecía un ojo, un enorme ojo y otro bulto igual al otro lado. Que
rama tan curiosa, subiría por ella y se dejaría caer a la parte de abajo para
ver de dónde venía ese olor.
¡Eh! ¿Qué ha
sido eso? ¡Se ha movido el ojo!
Camilo no pudo evitar cerrar el párpado
interior cuando la gaviota le pisó el ojo y ahora esta había volado a su
espalda alejándose de la boca. Se contorsionó rápidamente lanzando un bocado y…
falló. La gaviota voló y volvió a posarse sobre él. Que insolente. Se hundió
para quitársela de encima y para ver si se posaba en el agua y así él subiría a
toda velocidad para cazarla. Ahí estaba, posada moviéndose con las olas. Dio
dos coletazos y se lanzó a por ella… falló de nuevo. En el último momento la
gaviota echó a volar salvándose por los pelos, mejor dicho por las plumas que
Camilo rozó con la punta del hocico.
¡Pero bueno! Gritó la gaviota. ¡Es que no
vas a parar hasta comerme! ¡Que soy Carlota y no te he hecho nada!
Sin darse cuenta de lo que hacía, Camilo
le contestó: Y yo soy Camilo del Nilo, en mi naturaleza está cazar para
alimentarme y llevo unos cuantos soles sin comer nada por lo que me vendría muy
bien comerte.
Vaya, que bonito, así que te comes todo lo
que se te ponga por delante.
Pues si llevo tiempo sin comer, si.
Por cierto, se interrumpió a si mismo
Xavier, llevamos toda la mañana hablando y es la hora de comer algo.
Luis se retrepó en el cortado.
- No temas nada, somos conocidos y no nos
comemos a los conocidos. Cuento algo más, que además te ayudará a entender esto
que comento, nos vamos a comer y después de la siesta nos encontramos aquí.
La gaviota Carlota dijo a Camilo: ¿Cómo
puedes comerte a alguien que conoces, a alguien que te ha sido presentado o a
quien te has presentado y te ha correspondido? ¿Dónde están tus modales? ¿O es
que en el Nilo ese no existen modales?
Claro que existen modales. Has de saber
que es la cuna de la civilización y allí todos tenemos nuestro lugar y sabemos
comportarnos correctamente unos con otros.
Ya, ya, pero te comes a alguien que
conoces. No sabes que esa es la mejor muestra de mala educación que existe.
Comerse a alguien que conoces. El colmo.
Lo cierto es que nosotros en el Nilo no
tenemos costumbre de hablar con otros animales por eso no podía saber de esa
costumbre.
Pues ya es hora de que la aprendas. Cuando
dos seres se han presentado pasan de ser generalidad a ser particularidad y la
particularidad nos muestra como individuos únicos separándonos de la masa o
grupo por lo que al conocerse individualmente y aceptarse como tales
(individuos) con nombre propio se pasa a un estado nuevo de reconocimiento del
otro y solidaridad para con él. Por ejemplo, no comiéndoselo.
De acuerdo, en este nuevo Inmenso Río,
tomo como mía y de mis descendientes esta costumbre que veo adecuada y de ahora
en adelante a quien me presente y me sea presentado dejará de ser comida.
¿Qué Luis? Me dijo Xavier mientras se daba
la vuelta y se sumergía en el lago. ¿Entiendes ahora por qué puedes estar
tranquilo?
- Si, ha quedado
perfectamente claro. Después de la siesta nos vemos aquí.
- Hasta luego
dijeron Charli y Simón mientras se hundían.
- Hasta luego
amigos cocodrilos.
Eran las tres y media del
medio día, mi compadre debía estar esperándome para comer juntos. Aunque me
apetecía estar con él deseaba que sus gestiones le ocuparan la tarde para
volver con los cocodrilos.
Llegue al hotel a tiempo
pues aún no había llegado al restaurante. Me senté en una mesa cercana a los
ventanales que daban al paseo y me entretuve en ver pasar a la gente mientras
le esperaba.
- Hola Luis,
disculpa que me haya retrasado y también que tenga que volver esta tarde a
Haití. ¿Te apetece venir? Podrías dar una vuelta por allí mientras estoy con
los cooperantes.
- No, no hace
falta, incluso me viene bien pues quiero conocer mejor el lago.
No me apetecía nada
comentarle que había entablado relación con unos cocodrilos y que estaba de lo
más interesante lo que iba aprendiendo de ellos. Le conozco y seguro que habría
dejado colgados a los cooperantes para, quizá, no caerles bien a los cocodrilos
y entonces me podía quedar sin conocer el final de su historia.
- De acuerdo,
quedamos aquí en el hotel para cenar. Luego te compenso llevándote a un sitio
que ponen un ron riquísimo y que además está al lado de una playa del lago que
está cerca. Vamos a comer, dejé encargado Zancocho, verás que bueno está.
Terminamos de comer y
tuvimos tiempo de tomar un café mientras acababa de contarme su reunión de la
mañana con los cooperantes.
- Parece que
quieren que abordemos un programa conjunto en la isla entre la cooperación
francesa y la española que sirva tanto para Haití como para República
Dominicana. Por mi parte he apuntado la creación de un parque natural uniendo
el lago Enriquillo y la zona equivalente de su lado. Como ves Luis tenía que
salirme la vena de biólogo-ecólogo. No han sido en balde los años que pasamos
en la facultad. Creo que sería una buena salida para la economía local
Dominicana que aquí en el sur está un tanto deprimida y es claramente ventajoso
para Haití por los problemas económicos que tienen.
- Con una buena
gestión… En una isla como esta, claramente enfocada su economía al turismo, un
parque natural bien gestionado, como decías, puede ser una buena inyección para
la zona. Además puedes sumar el atractivo de lo exótico para los turistas de
habla castellana cuando en las rutas que se organicen para visitarlo pasen a la
zona del parque de Haití, por el cambio de idioma, aspecto, etc. Y lo mismo
para los que vengan de Haití, aunque seguro que serán muchos menos.
- Bueno Luis, me
marcho. Nos vemos más tarde. Chao.
Fui directamente al lago.
Estaban allí, esperándome, Simón, Xavier y Charli.
- ¿Qué? ¿Es
costumbre tuya el llegar tarde o es solo con nosotros?
- No seáis
susceptibles, es que me he entretenido más de lo que esperaba. Compromisos de
última hora (cualquiera les hablaba de comida).
- Bueno. Retomemos
la historia, si es qué te interesa.
- Por supuesto,
por favor continuad. Tened en cuenta que mañana a última hora de la tarde
vuelvo a Santo Domingo.
- Bueno, tendremos que aligerar. Dijo
Xavier. Habíamos dejado a Camilo y Carlota que habían hecho un pacto que hacía
que Carlota dejara de ser comida para Camilo.
Aprovechando el tirón Carlota propuso a Camilo que la
dejara picotear los restos de pescado. Este le dijo que mejor no tentar la
suerte pues para él era muy nueva esa situación y podría suceder que su instinto
le dominase aún.
Oye Carlota, no debe estar muy lejos la orilla si tú
estás por aquí.
Está cerca, en cuanto volemos un poco, bueno, yo vuele
y tú nades, la veremos. Sígueme y podemos pescar algo al llegar cerca de
tierra.
Así fue, habría nadado unos ochenta kilómetros cuando
empezó a vislumbrar la tierra. Había llegado a la isla que vosotros los humanos
llamáis Puerto Rico. Cuando llegó pensaba que era la orilla del Inmenso Río
pero mientras iba buscando presas para alimentarse fue dando la vuelta hasta llegar
a la misma playa y se dio cuenta de que era una isla. Lo comentó con Carlota.
Esto es una isla. Este Inmenso Río sí que lo es. Tiene
una isla muy grande y desde ella no se ve la orilla.
No es la única isla que hay, a la velocidad que nadas
podrás ir pasando de isla en isla en un sol o dos para las más alejadas. De una
en otra puedes llegar a la Gran Costa que quizá sea lo que tu llamas “la
orilla”.
Y eso fue lo que hizo Camilo, fue recorriendo las
islas de este Mar Caribe, incluso llegó a la orilla que también recorrió y tras
un tiempo viajando volvió a La Española, que es una de las islas que había
visitado en su recorrido, para descansar en este lago, aunque de vez en cuando
salía de nuevo a recorrer las otras islas.
Y ahora le toca a Simón contar la historia de
Amalia.
Simón se acercó a la orilla
pues había estado prácticamente sumergido mientras Xavier contaba su parte de
la historia. Sacando medio cuerpo unos tres metros fuera del agua comenzó.
- Amalia vivía en
lo que llamáis Australia. Cerca de una isla pegada a la costa que allí llaman
Isla Fraser. En más de una ocasión se había acercado a la isla de Nueva
Caledonia. Los cocodrilos de mar australianos son grandes viajeros y se
adentran en el mar grandes distancias a menudo y aunque prefieren dejarse
llevar por la corriente no son malos nadadores.
En una ocasión,
estando en las costas de Nueva Caledonia, un macho de su especie, por aquello
de entablar conversación… o ligar que dicen otros, le contó que más allá, yendo
hacia el sol que nacía, había unas islas, lejanas unas de otras, que permitían
a los grandes viajeros llegar al límite donde ya todo era agua y solo agua, la
Gran Masa de Agua, al final de las tierras.
Pero eso es algo
que muy pocos han hecho y menos aún una hembra. Le dijo.
Amalia se sintió
atraída por la idea, una hembra fuerte como ella seguro que sería capaz de
llegar al fin de las tierras e incluso adentrarse en la Gran Masa de Agua. Qué
se había creído ese fantasma.
Llego a Fiji en
menos de diez soles, allí encontró a unos cocodrilos que le hablaron de unas
islas que estaban a más de veinte soles continuando la misma dirección que
había traído. Las que vosotros llamáis Polinesia Francesa. Y ni corta ni
perezosa, dio las gracias por la información, se alimento bien y partió.
A los diecinueve
soles encontró las islas. Dejándose llevar por la corriente a ratos y nadando a
otros siguiendo la dirección del nacimiento del sol llegó a una mayor que las
demás, la que los humanos llaman Tahití. Allí conoció los primeros humanos con
los que trató pues la confundieron con uno de sus dioses y le ofrecieron
comida, lo que le vino muy bien para recuperarse. Para agradecerles el detalle,
en dos ocasiones, asustó bancos de peces hacia sus redes haciendo que tuvieran
una captura cuantiosa.
Los humanos de
esa isla eran grandes navegantes y en una ocasión les siguió durante muchos
soles hasta otra isla, menor que la que había dejado atrás, la que conocéis
como Hiva Oa. Allí oyó hablar a los humanos de troncos de maderas desconocidas
que habían llegado a sus costas desde más allá de la Gran Masa de Agua y le
picó la curiosidad. ¿Sería verdad? ¿Habría tierra más allá? Si se preparaba
bien podría hacer ese viaje y se convertiría en la mejor viajera de todas las
épocas.
Lo cierto es que
ya había probado el gusto de hacer lo que muy pocos o nadie había hecho en lo
que a viajes y descubrimientos se refería. Era la primera de su especie que
había llegado tan lejos.
De nuevo se
alimentó todo lo que pudo y comenzó a nadar. Se había propuesto nadar despacio
pero de manera constante, guardando fuerzas dejándose llevar por la corriente,
de sol a sol. Esperaba encontrar algo que comer en su viaje. Si no encontraba
comida daría media vuelta antes de agotarse por completo.
Tardó cincuenta
soles, un pez espada joven y despistado, un tiburón que la quiso atacar y salió
trasquilado y una tortuga marina, en llegar a las Islas Galápagos. Allí
descansó y cogió fuerzas. Aquellas islas eran muy pequeñas. Seguro que había
una tierra más grande cerca, muchos soles habían pasado, estaba convencida de
que la Gran Masa de Agua se acababa.
Siguió a una
tortuga a la que había echado el ojo como reserva, pero no llegó a comérsela
pues llegó a una pequeña isla en cuyas costas, mientras la tortuga comía algas,
corales, cangrejos y moluscos, consiguió coger varios peces saciando su hambre.
Volvió a seguir
a la tortuga que se dirigió hacia donde nacía el sol y, de nuevo, cuando estaba
a punto de comérsela llagaron a una costa mucho más grande. Había llegado al
final de la Gran Masa de Agua donde nadie de su especie había llegado. Estaba
en Panamá. La tortuga salió a la playa para poner sus huevos y Amalia, pescando
y nadando recorrió la costa hasta llegar a la desembocadura de un río.
Este río entra
en la Nueva Tierra, lo seguiré, soy única y como tal puedo hacer lo que quiera
hacer. Se dijo.
Y yo os digo que
es hora de ir a buscarse la cena. Luis, mañana seguiremos, si es que estás
interesado, ahora nos vamos a cenar. Chao.
Sin darme tiempo a
despedirme se sumergieron los tres cocodrilos y desaparecieron en el agua.
Me levanté pensando en la
increíble hazaña de esos dos cocodrilos, Amalia y Camilo, si es que era cierta
la historia que me estaban contando estos otros tres con los que había
entablado conversación. Miré el reloj y me apresuré camino del hotel, mi
compadre estaría esperándome.
Así era, estaba en la barra
del bar tomando una cerveza y comiendo un sándwich de aspecto apetitoso.
- Hola, qué tal ha
ido por Haití. Le pregunté mientras me sentaba a su lado y alzaba la mano para
llamar la atención del camarero.
- Hombre, ya has
llegado. He estado esperando pero estaba hambriento y no he podido aguantar más
por lo que he pedido esto. Dijo enseñándome el sándwich mientras lo
mordía.
Masticando me fue contando
que había sido muy productiva la tarde y, si me parecía bien, dormiríamos allí
esa noche, ya había cogido una habitación doble.
El camarero estaba parado
ante nosotros y le hice un gesto con la mano a mi compadre para que se
interrumpiese.
- Por favor,
tráigame lo mismo pero mi cerveza que sea sin alcohol.
El camarero miró el sándwich
que estaba devorando mi compadre y se fue para hacer el pedido.
Continuamos charlando. Llegó
mi sándwich. Seguimos charlando. Salimos del hotel y paseamos hasta un
chiringuito que estaba en la orilla del lago. Nuestra charla, acompañada por un
par de rones dominicanos se alargó hasta las dos de la madrugada.
Nos levantamos temprano y
después de un buen desayuno en el bufet libre del hotel nos despedimos hasta
medio día. Mi compadre se fue a Haití y yo al lago a buscar a los tres
cocodrilos americanos para conocer el fin de su historia.
Llegué al sitio en que
habíamos estado charlando los días anteriores y me senté a esperarlos. Apenas
me había apoyado en el suelo cuando emergió el que se llamaba Charli y tras él
los otros dos: Xavier y Simón.
- Hola Luis,
buenos días.
- Buenos días.
¿Qué tal todo?
- Bien, parece que
va a ser un buen día. Hemos tenido suerte y hemos desayunado muy bien. ¿Y tú?
¿Cómo te ha ido? Dijo abriendo la boca en lo que parecía una extraña sonrisa
¿Qué tal se dio la noche?
- Bien, estuve con
mi compadre cenando y luego nos dimos un paseo por la orilla del lago.
- Ah, un paseo,
eso está bien. Un poco de ejercicio antes de dormir no está mal. Seguía con la boca
entreabierta con esa extraña sonrisa.
- Bueno, mucho
ejercicio no hicimos pues nos quedamos en un chiringuito que está cerca del
hotel tomando ron.
- Veis, os lo
había dicho, era él.
- Si, acertaste,
has ganado la apuesta, el próximo pez que cojamos será para ti.
- De modo que me
visteis anoche. ¿Dónde estabais?
- A veces,
atraídos por las luces y los colores, nos acercamos a la orilla y como además
corre la leyenda de que en una ocasión un borracho despistado se cayó al lago y
uno de nuestros congéneres tuvo comida para unos cuantos días, solemos
acercarnos a ese bar en el que estuviste anoche por si acaso...
- ¡Eh!. Así que
vais allí a buscar un extra de comida acechando a los que están tomando copas
por si se les ocurre bañarse o se caen al agua.
Entiendo que
esté en vuestra naturaleza pero no puedo evitar rechazar lo que me contáis.
- Bueno Luis,
bromas aparte, si un humano o cualquier otro animal cae al lago y se ahoga no
vamos a hacerle ascos para alimentarnos. En lo que se refiere al bar, lo cierto
es que nos acercamos para disfrutar de las luces y de la música que nos gusta
mucho, por eso te vimos allí. Vamos Simón, continúa tu relato donde lo dejaste
ayer.
- OK. Decía que lo
cierto es que Amalia siempre estuvo muy orgullosa de lo que había conseguido.
De haber llegado hasta donde llegó. De haber sido la única que había cruzado la
Gran Masa de Agua y la Nueva Tierra.
- ¡Eh Simón!
Chico, que te adelantas. Sigue el orden de la historia que nos liamos.
- Vale, vale, sigo
el orden, que poco creativos sois.
- ¿Qué somos poco
creativos? Si somos poco creativos es porque es la única manera de que la
historia se recuerde como fue y no se vaya cambiando hasta no tener que ver
nada con lo que sucedió. Saltaron a la vez Charli y Xavier.
- Bueno, no me abronquéis, ya sigo contando
todo “ciñéndome a la historia”.
Amalia se adentró por lo que hoy se llama
“La Boca” en Panamá.
A partir de ahora iré utilizando los nombres que en la
actualidad se da a los lugares por los que pasó Amalia. Cuando lo hizo, o no
tenían nombre esos lugares o eran otros los que tenían y ya están olvidados.
Como os decía, se adentró y remontó ese río hasta lo
que hoy llaman Corozal, de allí fue al lago Miraflores que entonces era poco
más que una laguna, desde allí fue a Emperador pasando por diferentes lagunas
en lo que llaman el área de Culebra, pasó por Las Cascadas y llegó a Gorgona.
Así contado parece cosa de nada pero tuvo que recorrer
más de ciento cincuenta kilómetros muchos de ellos andando por bosque y zonas
de jungla. Su instinto la llevó, con mucho esfuerzo para un cocodrilo, por unas
tierras que luego los humanos han convertido en el Río que une el Inmenso Río
de Camilo con la Gran Masa de Agua de Amalia.
Simón se estaba refiriendo al Canal de Panamá que une
el Océano Atlántico con el Océano Pacifico. Ese sueño que ya tuvo Carlos V y
que llevaron a cabo los norteamericanos hace unos cien años.
- Como iba contando, desde Gorgona llegó a un afluente
del rio Chagres y por él hasta ese río. Descendiendo por él, por fin,
llegó a lo que hoy es El Fuerte San Lorenzo. Ya estaba en el Mar
Caribe.Relajada, satisfecha de si misma, Amalia, nadando a ratos, a ratos
dejándose llevar a la deriva, recorrió algunas islas del Mar Caribe hasta que
se encontró con Camilo.
- Bueno Simón, ahora me toca a mí, que llevo
callado mucho tiempo. Dijo Charli.
- ¿Callado? Si no paras de meter baza.
- ¿Qué no paro? Lo único que he hecho ha
sido cortar las disgresiones y apuntar un par de cosas. Entiendo que quieras
ser el centro de atención, pero decir que no paro de meter baza. Te has pasado
chico.
Charli lanzó una dentellada a Simón girando la cabeza
y a este apenas le dio tiempo de apartarse mientras él a su vez lanzaba otra
dentellada a Charli. Se quedaron quietos midiéndose.
- ¡Eh! ¡Vale ya! Gritó Xavier. Parecéis dos
matones de río. Que va a pensar nuestro recién conocido Luis de nosotros. Vaya
ejemplo bonito que estáis dando.
- Es este metepatas de Simón. Me tiene
harto. Y tú no te olvides, tengas hambre o no la tengas, el próximo pez que
cojas es mío, tienes que pagar la apuesta.
- Más harto me tienes tú que te crees que
por ser mayor que nosotros tienes derecho a mangonearnos.
- No mangoneo a nadie. Quieres que mangonee.
Quieres ver lo que es mangonear. Dijo alzándose sobre las patas delanteras en
un gesto desafiante.
- He dicho que vale ya. Repitió Xavier.
Parecéis gallitos de pelea en lugar de cocodrilos. Tengamos la fiesta en paz.
Vamos Charli, acaba la historia de Camilo y Amalia que tenéis un tanto aco…
asustado a Luis.
Mientras se había desarrollado la discusión me había
retrepado alejándome de la orilla. El espectáculo de dos cocodrilos de seis
metros de largo lanzándose dentelladas asustaba un poco.
- Hey muchacho, acércate que no te vamos a
hacer nada.
- Me acerco Xavier, pero no las tengo todas
conmigo.
- Nada, nada, no pasa nada. Estos muchachos
son un poco vehementes. Nada más es eso.
- Pues claro, ya está olvidado. Dijo Charli.
Si le parece bien a Simón continuaré con la historia.
- ¿Cómo que si me parece bien? ¿Ahora tengo
voz y voto?
- Mira, lo que tienes…
- He dicho basta, tíos. Hasta me hacéis
hablar mal. Por favor Simón ¿puedes dejar hablar a Charli sin interrumpirle?
Por favor Charli, ¿puedes contar la historia limitándote a la historia?
Simón abrió la boca para decir algo y la cerró al ver
la mirada de Xavier.
Charli, al ver la intención de Simón abrió también la
boca girándose hacia él y la cerró al ver que no decía nada, entonces se giró
hacia mí y comenzó a hablar.
- Amalia se había quedado por las costas de
la península de Yucatán después de recorrer parte del Mar Caribe, como ha
contado Simón... y un día se acercó a la costa de Cuba donde se encontró con
Camilo.
Acababa de comenzar el otoño y estaba en
celo. A sus catorce años estaba preparada para conocer a “su cocodrilo macho”,
pero que lejos estaban los cocodrilos, había atravesado la Gran Masa de Agua y
luego la Nueva Tierra, lo que había sido un esfuerzo sobrecocodriliano, para
llegar a este mar. Era la gran y única cocodrila, pero de que le servía eso
ahora que su naturaleza la empujaba a buscar un cocodrilo. Qué bien habría
estado que aquel que quiso ligar con ella, y que de alguna manera fue el que la
empujó a su particular odisea, estuviera ahora allí. Ya no le parecía tan
prepotente y hasta le recordaba apuesto… Pero si hasta le parecía que estuviese
oliéndole… ¡Es que olía a cocodrilo macho!… Pero ¿cómo podía ser? ¿Dónde estaba
ese cocodrilo? ¿Es que estaba volviéndose loca?
Siguiendo el rastro que dejaba Camilo, se
encontró con él en el golfo de Batabanó.
- Ah. Con que no debíamos ser creativos. Es
que no es ser creativo que Amalia hable en primera persona en tu historia. Que
yo sepa la historia se cuenta en tercera persona. O sea que tú si puedes ser
creativo y los demás no…
- Simón ya vale. Dijo Xavier. ¿Vamos a
acabar tranquilamente la historia para Luis o la dejamos aquí y nos largamos?
- Mira, sabéis que os digo, que la acabéis
vosotros si queréis, yo me largo, ya he tenido bastante charla con este humano.
Me puse de pié y mirando al cocodrilo que se llamaba
Simón hablé para los tres.
- Disculpad si por mi culpa habéis
discutido. No era mi intención importunaros si no simplemente pasar un rato y
enterarme de vuestra historia, pero desde luego no a costa de que os disgustéis
unos con otros. Muchas gracias por haberme regalado vuestro tiempo y vuestra
historia. Hasta otra ocasión.
Me giré y cuando estaba subiendo el pequeño talud en
el que estaba sentado, Simón me llamó.
- Venga Luis, no te mosquees. Aunque nos
enfademos mucho todo queda en cuatro voces. Pasado mañana ya estamos como si
nada.
- Oye. No te largues. Mira, acabamos la
historia esta tarde. Ya es medio día. Nos vamos a comer, calmamos los ánimos y
nos juntamos esta tarde para contarte el final.
- Por mí perfecto. Voy a llamar a mi
compadre para ver sobre qué hora acabaré y así quedamos a una hora concreta
para que no tengáis que esperarme.
Saqué el móvil y llamé.
- ¿Hola? Soy yo, Luis
…
¿Cómo va todo?
…
¿Qué?
…
Entonces nos vemos por la tarde.
…
De acuerdo hasta luego.
Eh, cocodrilos. Resulta que se ha cancelado mi cita
para comer. Voy a acercarme a un sitio que he visto al venir hacia aquí para
comprar algo de comer y vuelvo enseguida.
- De acuerdo, nos
vemos aquí en un rato. Hasta luego.
Fui a algo parecido a un
mercado y compré pan y una especie de chorizo además de un par de latas de
cerveza fría. Vi un puesto que resultó ser una pescadería y me acordé de los
cocodrilos. Compre tres pescados enormes, me gasté un dinero pero merecía la
pena, la historia que estaba conociendo gracias a ellos era muy buena.
Me acerqué al lago y me
senté en el mismo talud en el que lo había hecho esos días. No llevaba ni diez
minutos sentado cuando aparecieron los cocodrilos.
- Hola Luis, estás
comiendo. Si quieres nos damos una vuelta y venimos un poco más tarde.
- No, por favor
quedaos. Si me lo permitís, he comprado unos pescados para invitaros, así no
como solo.
Saqué los pescados de las
bolsas y los lancé al agua. Los cocodrilos, en un visto y no visto, los
cogieron y en un par de bocados se los comieron.
- Gracias amigo
Luis. Estaba bueno este postre a nuestra comida. Ha sido todo un detalle.
Bueno,
continuemos con la historia pues veo que ya has acabado con tu comida.
Habíamos dejado
a Amalia en el golfo de Batabanó, en Cuba, cuando acababa de encontrar a
Camilo. Si no os importa me tomaré la libertad de relatarlo con la voz de
Amalia y de Camilo. Y sí, Simón, me tomo esta licencia y no volverás a oírme
comentario alguno cuando tú lo hagas.
Amalia se decía:
De dónde habrá salido este cocodrilo macho, es distinto de los cocodrilos que
conozco y es bien grande, debe tener por lo menos veinte años. Mmm, tiene buena
pinta. Me acercaré con cuidado, espero que no sea violento.
Camilo, que
estaba nadando cerca de la orilla, se detuvo sorprendido por el olor que le
llegaba por el agua. No podía creerlo, olía a cocodrila. ¿Dónde estaba? Cuando
iba a empezar a nadar la vio a su lado. Se quedó quieto temeroso de que, si se
movía, desapareciese igual que había aparecido.
Amalia se acercó
muy despacio a Camilo, llegó a su lado y dejó que el pequeño impulso que
llevaba la hiciera rozarse con él. Camilo olió a la cocodrila al pasar
rozándole y se dijo: Esta sí que es un cocodrila bien plantada. Espero que no
se asuste y se quede por aquí.
Amalia volvió
sobre su estela y se paró al lado de Camilo. Extrañada de que no se moviese se
dirigió a él.
Hola cocodrilo,
¿de dónde eres? ¿Qué haces por aquí? ¿Estás solo?...
Camilo escuchó
los sonidos que la cocodrila hacía pero no la entendió pues no conocía la
lengua de los cocodrilos de mar australianos. Habló despacio y suavemente para
que la cocodrila no se asustase: Hola, soy Camilo y vengo del Nilo. Eres una
cocodrila muy guapa. ¿Vives sola aquí o está con algún grupo?
Amalia vio que
Camilo le hablaba pero no entendió nada de lo que decía. Menos mal que la
naturaleza habla un idioma que está por encima de cualquier lengua y Camilo empezó
a rozarse con Amalia y esta con él. Se sumergieron y jugaron al juego del amor.
Así pasaron varios días. Luego buscaron comida y empezaron a hacerse comprender
el uno al otro.
Para entenderse
entre ellos fue crucial la intervención de Carlota la gaviota pues esta conocía
tanto la lengua de Camilo como la de Amalia. Carlota les
enseñó la lengua de las gaviotas del Caribe pues así, según les explicó, además
de entenderse entre ellos entenderían a las gaviotas lo que les sería muy útil.
Con el tiempo las gaviotas cambiaron su
lengua, muy parecida a la lengua azteca antigua, por la española cuando
llegaron gaviotas españolas con los descubridores, pues al descubrir la riqueza
del español lo hicieron suyo.
Conforme las gaviotas iban hablando la
nueva lengua, para no perder la relación con los cocodrilos se la fueron
enseñando. Así ahora, nosotros lo hablamos con los giros propios de cada isla,
región o país, para no perder la capacidad de entender a los humanos que viven
con nosotros y así saber sus intenciones escuchándoles sin que ellos se
den cuenta.
Al mes, más o
menos, Amalia construyó un nido en este lago en el que estamos, al que la había
traído Camilo, e hizo una puesta de treinta y dos huevos. Buscó la zona más
cálida del lago para que nacieran machos, así cuando estuvieran en edad de
reproducirse, la segunda camada, para la que haría un nido en la zona más fría
consiguiendo así que fueran hembras, también habría madurado consiguiendo un
gran grupo de cocodrilos capaces de reproducirse.
Amalia y Camilo
vivieron muchos años y Amalia hizo muchas puestas y sus hijas y las hijas de
sus hijas también las hicieron y así hasta hoy, extendiéndose cocodrilos y
cocodrilas por todo el Mar Caribe. Gracias a ellos existimos los cocodrilos
americanos.
Charli se quedó callado.
Había terminado la historia de Camilo el cocodrilo del Nilo y de Amalia la
cocodrila de Australia, la historia más antigua e importante para ellos, los
cocodrilos americanos.
Les di las gracias de nuevo
por la fantástica historia que me habían contado y seguimos charlando hasta
bien entrada la tarde de cosas intrascendentes y curiosas, tanto de los
cocodrilos como de los humanos. Entre todas las cosas de las que estuvimos
hablando digno de mención fue su repuesta cuando les pregunté cómo sabían que
Camilo y Amalia eran los nombres de los dos cocodrilos que dieron lugar a los
cocodrilos americanos, me dijeron lo siguiente:
- ‘Quizá ni
siquiera esos fueron sus nombres verdaderos pero si son los que en nuestra
tradición se les da. Además, qué más da un nombre u otro, lo importante
es la hazaña que completaron y su consecuencia que somos nosotros o ¿acaso los
monos de los que descendéis vosotros los humanos se llamaban de verdad Adán y
Eva?
Me despedí de ellos
prometiéndoles que si alguna vez volvía por República Dominicana les visitaría.
Volví al hotel, me di una
ducha y bajé al bar a esperar a mi compadre. Cuando llegó estuvimos hablando
sobre los acuerdos a los que se había llegado con la Cooperación francesa en
Haití, aunque el mayor peso de la conversación se lo llevó mi experiencia con
los cocodrilos del lago y la historia que me habían contado.
- Luis, si lo que
aprendimos en la universidad es cierto, no es posible que los cocodrilos
americanos desciendan de un cocodrilo del Nilo y un cocodrilo marino, son
especies distintas.
- En la actualidad
son tres especies de cocodrilos distintas que pertenecen al mismo género, pero
quien sabe desde cuándo va pasando de generación en generación esta historia de
sus orígenes. Habría que realizar un mapa genético de las tres especies y ver
que coincidencias existen del niloticus y el porosus en el acutus.
- Siempre dejando
lugar a la fantasía. Por algo tu exlibris en la universidad era “La fantasía es
mi mundo”
- Si, y sigue
siéndolo.
Al día siguiente fue a
despedirme al aeropuerto, se habían terminado mis vacaciones. Cuando nos dimos
un último abrazo me dijo:
- ¿Escribirás la
historia que te han contado los cocodrilos?
- Creo que sí. La
llamaré Camilo el cocodrilo del Nilo y Amalia la cocodrila de Australia. Tengo
unas cuantas horas en avión hasta llegar a España, iré haciendo apuntes y notas
para no olvidar nada de lo que me han contado. Cuando la tenga te la mandaré.
- Hasta pronto
Luis.
- Hasta pronto.
Oye, mejor que
mandártela, la tendré para cuando vuelvas a España.
NOTA:
Camilo el cocodrilo del Nilo
es un Crocodylus niloticus, Amalia la cocodrila de Australia es una Crocodylus
porosus y Charli, Xavier y Simón, los cocodrilos Americanos, son Crocodylus
acutus.