Cierro los ojos y me pierdo en el tiempo posible, imaginario,
de mi pensamiento.
El real, arremolinándose confinado entre muros de relojes
fundidos, hacinado, confundidas sus manecillas en minutos ajenos, con hambre
feroz, enconado y despiadado, me arranca del mío a mordiscos, devora mis
párpados e inexorable hace que vea horas extrañas, recelosas, aviesas; turba que en tropel
son barahúnda que me lleva al abismo de no ser contigo.