lunes, 15 de febrero de 2010

Paseando por Madrid.

Este Madrid, sin cigüeñas que anuncien al invierno que ha de retirarse, se hace blanco de nieve y gris de nubes en esta tarde que paseo por el centro sin ti a mi lado.

Mientras miro las pocas palomas que quedan, descolgarse sobre la acera del Prado, echo de menos los cafés de las mañanas que nos han quitado.

Los brotes en los lilos prometen un calor y colores que no llegan y mi brazo cuelga inútil sin tu mano a él cogida.

Me siento en un banco enfrente del Thyssen, cierro los ojos y el zureo me hace creer que susurras en mi oído arrullos animales que vacían mi cuerpo de frío.

Te siento a mi lado, ligera como si fueras un pensamiento, recostada tu cabeza en mi hombro y no abro los ojos para no decirte adiós.

Las voces de los niños jugando a la pelota te devuelven donde no puedo alcanzarte

Me imagino inmóvil, como una de esas estatuas de bronce que adornan las ciudades, a la espera de la vid de tus labios cálidos.

Los copos de nieve usurpan tu legítimo lugar en estos labios que murmuran tu nombre conjurando tu ausencia.

Me levanto y vuelvo a este Madrid sin cigüeñas, blanco de nieve y gris de nubes, en esta tarde que paseo por el centro sin ti a mi lado.

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