jueves, 5 de diciembre de 2013

Tu y los versos de Chico Buarque (a nuestro modo)

Aún suenan tus caricias en mi cuerpo,
aún oigo tus dedos en mi piel,
                                                             'Construimos cuatro paredes mágicas'
aún siento la música de tu piel al tocarla,
aún me recorre ese escalofrío inacabado,
                                                              'Volamos por el aire como sí fuese sábado'
aún inacabado y no por ello menos bello.
Aún es ahora, aún... es ahora.
                                                               'Quedamos a contramano interrumpiendo el tráfico'
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domingo, 3 de noviembre de 2013

Esta luz oscura

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Esta luz... que oscura cuando no veo tus ojos.
Tan oscura que el sol no puede apagarla.
Oscura luz la que ilumina mis días.
Estos en los que recuerdo nuestras noches.
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jueves, 31 de octubre de 2013

Luza, la merluza andaluza.

Voy a contaros una historia que no porque sea curiosa y peculiar tiene porque dejar de ser cierta. Es la historia de Luza, una merluza andaluza que siempre quiso ser sevillana.
Luza nació entre Cádiz y la desembocadura del Guadalquivir a principios del siglo pasado y, aunque sus padres, hermanas, hermanos, primas, primos, tías, tíos y resto de familia se sentían gaditanos y no dejaban el estrecho, ella siempre se sintió atraída por el río.
Vivía con su familia nadando entre 60 y 220 metros de profundidad y no demasiado cerca de la costa alimentándose de anchovetas, calamares y zooplancton (unos bichitos muy pequeñitos que hay en los mares y en los océanos y que son, en el agua, como los insectos en la tierra) pero siempre que podía se escapaba para acercarse a la desembocadura del río Guadalquivir y en cada visita se aventuraba un poco más curso arriba atraída por una especie de imán que no llegaba a entender hasta que, desde casi la superficie del agua, vislumbró Sevilla un día de la Feria de Abril. Desde ese momento se enamoró de la ciudad y de sus habitantes.
Su enamoramiento fue aumentando en cada visita, cuando descubría algo nuevo de la ciudad, como la Semana Santa con sus capirotes y procesiones, o cuando en verano subía a finales de julio para ver la Velá de Triana o a mediados de agosto para la Virgen de los Reyes.
También a finales de mayo subía para oír al cuerpo de Armas de Ingenieros como rendía honores, entre tambores y cornetas a San Fernando patrón de la ciudad.
¡Ah! ¿Y los altares del Corpus Cristi? Que bonitos le parecían con las colchas y mantones que sacaban a las calles. Pero lo que más le gustaba era dejarse llevar por la suave corriente del Guadalquivir mientras escuchaba a los sevillanos hablar de sus cosas asomados al río.
Por la noche le encantaba escuchar las sevillanas, sobre todo en la Feria, e incluso se atrevía a hacer algunas piruetas en el agua imitando los movimientos de los que las bailaban sabiendo que nadie se fijaba en ella. Si hubiera sabido que la miraban no se habría atrevido a hacerlo pues era muy tímida.
A fuerza de ver bailar a los sevillanos, se fijó en que había cuatro movimientos dentro del baile: paseíllos, pasadas, careos y remate. Pero a ella lo que más le gustaba era, en la última copla, hace coincidir el final de la música con un provocativo desplante soltando un chorro de agua por su boca.
Una vez incluso bailó/nadó una sevillana con traje de faralaes. Bueno, quizá sea un poco exagerado decir: “con un traje de faralaes”. Realmente bailó con un volante bajo (faralae) de un traje de gitana que una madre arrancó a su hija pues le había comprado el traje crecedero y la niña se iba tropezando camino de la Feria. La madre arrojó al río el volante porque la papelera le quedaba un poco lejos, no creáis que todos los sevillanos son así, solo unos pocos son tan descuidados con su río, y Luza se enrolló en él sintiéndose como una verdadera bailaora. Estaba y se sentía sevillana hasta la espina y estuvo bailando, toda la noche, sevillanas hasta que cansadísima y con las reservas de sal casi agotadas volvió al océano.
Cuando contaba a sus hermanas sus aventuras estas la miraban con una expresión entre sorprendida e incrédula pero enseguida se dedicaban a perseguir anchovetas y calamares dejándola de lado. Cuando hablaba con su madre, esta le decía que la naturaleza de las merluzas era vivir en el océano y el mar, no en los ríos, y que tenía que buscar un buen merluzo y dedicarse a tener pescadillas y que ella no debía ir en contra de la naturaleza, pero Luza le contestaba que a ella lo que le gustaba era subir a Sevilla y bailar sevillanas.
Tanto subía y tanto bailaba, sobre todo en la orilla del barrio de Triana, que acabó llamando la atención de los sevillanos.
Los pocos pescadores que aún había por el río la respetaban y eran muchos los sevillanos que se asomaban al Guadalquivir para ver la merluza bailaora, que así era como la llamaban pues, cuando la veían, si se ponían a tocar palmas, Luza bailaba y bailaba. Había veces que se movía tan deprisa en sus giros que parecía que, en vez de ella sola, fueran dos merluzas enlazadas las que bailaban.
Fue famosa en su momento, tanto que llegaron a hacerle una fuente que la mayor parte de los sevillanos ha olvidado que está dedicada a ella, a Luza la merluza andaluza.
Si os dais un paseo por el Jardín de las Delicias, en Sevilla, en la zona sur del mismo, junto a algunos pabellones de los que se construyeron para la Exposición Iberoamericana (1929), en concreto en la Glorieta de Roma, encontramos la fuente de mármol en la que una doble Luza, como si fuera dos merluzas (figuradas), deja salir el agua por su boca como cuando finalizaba la última copla de las sevillanas que tanto le gustaban.

sábado, 19 de octubre de 2013

Hay palabras...

Hay palabras que no se tienen más que a sí mismas, la verdad es que son pocas entre las que existen. La mayoría son, pues en ese ser están los nombres propios. Hay otras que son y pertenecen ya a la clase de ser una o muchas (número), esas suelen ser neutras. Luego tenemos o son las que además de ser una o muchas son chica o chico, o lo que es lo mismo: femeninas o masculinas. Llegamos a aquellas palabras que no tienen persona (impersonales) y las que si la tienen, estas son las denominadas accidentes gramaticales referidos a los participantes que se comunican (… mmm... que participan en el acto comunicativo…). Y por fin tenemos las que lo son todo: persona, número e incluso: tiempo, modo y aspecto… bueno la verdad es que no lo tienen todo, no hay nada perfecto, no tienen sexo y tienen que ayudarse de algunas que si lo tienen.
Sabiendo algo más sobre las palabras ahora viene la disquisición de usarlas o no usarlas, usarlas en su faceta sonora o en su imagen escrita. Callarlas y escribirlas… Hablarlas y no darles forma física… lo uno y lo otro, ni lo uno ni lo otro…
Hay quien dice (la RAE por ejemplo) que las escritas son la representación gráfica de las habladas. Hay quien dice (por ejemplo yo) que las escritas, las más de las veces, son aquellas que no han sido dichas. Como intento ser coherente conmigo mismo, escribiéndolas busco que, por ser parco en las habladas, sean transmisoras de mis emociones y fuente de energía.
Plasmándolas pretendo que su imagen suene, a veces con un tañido profundo y casi permanente como campanas antiguas y solemnes, a veces ligeras y alegres como cascabeles, en los oídos de nuestras emociones. Si. Nuestras. Cuando las leo/veo/oigo, soy receptor y no emisor,  y también me emocionan o no. Me emocionan aportando energía al mensaje implícito en las construcciones que las conforman como mensaje, a veces siguiendo las normas gramaticales a veces anárquicas como lo es la vida y no me emocionan cuando resultan planas, tan planas que ni pueden compararse con hojas de árboles caídas.
Unas muy usadas, otras más nuevas e incluso algunas recién nacidas, otras casi en el olvido. Hay quien las dibuja más que las escribe y hay quien las desdibuja cuando las escribe. Todas me valen pues todas dicen algo, aunque el algo sea que no dicen nada.
Y ahora viene la parte difícil. ¿Qué palabras podría escribir para que entiendas lo que siento por ti?

miércoles, 3 de julio de 2013

Quizá si te lo leo… susurrándotelo al oído… los dos solos… y …

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Ganchos tus párpados,
anzuelos tus pestañas,
ahí cuelgan mis pupilas,
mi mirada, ávidas
como una boca de pez.
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Dejo la vida en ellas.

Sin remisión, en ellas.
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viernes, 17 de mayo de 2013

Cada noche, cada tarde, cuando acabo el día y no estás…

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Me desvisto
de tu voz
tus palabras
de tu olor
tu pelo
de ti
tu piel

Poco
a
poco
me desvisto

D e s p a c i o . . .
para tenerte algo más a mi lado
para que no me duela arrancarte de mí

Estás
aunque no
y me resisto
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viernes, 15 de febrero de 2013

Migas.



Migas de pan en el bosque… las voy dejando o recogiendo por si acaso luego las necesito.

Escribo a veces sin saber que lo hago y otras, sabiendo que estoy escribiendo, no soy capaz de hacerlo.

Busco entre las migas que he ido cogiendo y no encuentro el pan del que quisiera alimentarme.

Busco las migas que he ido dejando y las han comido los pájaros.

Solo hay un pizco* de pan que siempre marca mi camino de vuelta.

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*RAE: pizco. (De pizcar). 1. m. Porción mínima que se toma de algo.

martes, 12 de febrero de 2013

Bruma, Hierba, Arena X 3

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Desperté en la noche y la oscuridad absoluta nos rodeaba. Ni una luz, ni un reflejo, ni siquiera un leve resplandor.
Oí tus pulmones exhalar e inspirar.
Note deslizarse sobre mí la leve bruma que de tu boca fluía, fresca, adivinada gris en la oscuridad que nos rodeaba.
Acerqué mi mano a la crespa hierba que en tu sur crecía y en arena se deshicieron mis dedos al rozarla.


La perlada bruma nos rodeaba como si estuviéramos empaquetados en algodón. La hierba a nuestros piés era una alfombra suave y fresca. La arena traída por el viento nos prometía mares en el desierto.


Perdidos en la bruma cruzamos las colinas cubiertas de hierba hasta llegar a la arena donde nos paramos a escuchar el mar que no veíamos.
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viernes, 11 de enero de 2013

Soy Invierno

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El otoño y yo, miserablemente acostados en una cama fría, esperamos que llegues, Primavera, con tu promesa de calor y nos fundas en un interminable verano contigo.
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