sábado, 26 de diciembre de 2015

Robando palabras a Matilde Asensi te lo digo una vez más

Aunque apóstata e impío, sueño con un más allá juntos, con una eternidad nuestra tan imposible para mí como hermosa.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Cuidado si preguntas: Hola ¿Que tal?


  • Hola.
  • Hola ¿Qué tal lo has pasado? Al final ¿acudieron todas tus amigas y os fuisteis juntas?
  • ¡Ya está bien! Entro por la puerta y lo primero que haces es que preguntar. ¿Qué más te da donde he estado y que he hecho? Mi vida es mía y nadie tiene que saber de mi más de lo que yo quiera. Ni siquiera tú, aunque tengas derecho a roce.
  • ¿Estás segura de que es así?
  • Claro que sí.
  • Ah. Y lo que cuentas en los foros de tus juegos de rol o lo que pones en Facebook, lo que twiteas, los impresos que rellenas en las tiendas para que te avisen de promociones y descuentos, lo que dices en las encuestas que completas, las cookies de las páginas que vistas, los impresos que cumplimentas para bancos e instituciones oficiales y todo lo demás donde vas dejando reflejados trozos de ti…
    No es que te estén espiando por el ojo de una cerradura. La cara que te espía tiene dos ojos, uno digital y otro de papel.
    ¿Qué más te da contarme como lo has pasado y por donde andas por si tengo que buscarte en algún momento?

miércoles, 14 de octubre de 2015

¿Somos nuestra memoria?



-¡Felicidades, Juan!
Sara le sonrió mientras le ofrecía un pequeño paquete.
-¿Felicidades?

-Sí, hoy es tu cumpleaños.
-¿Qué día es hoy?
-Veintidós de agosto, tu cumpleaños.
-Ah… no me acordaba… no me acuerdo…
-Abre tu regalo, a ver si te gusta.
Juan deshizo con cierta dificultad el lazo y rompió el papel que envolvía la caja. La abrió y saco de ella un reloj de bolsillo con una cadena. Se quedó mirándolo sin saber qué hacer con él.
Sara se acercó y le cogió el reloj de la mano.
-Mira juan, si levantas esta tapa veras la esfera del reloj y sabrás la hora que es. Si levantas la tapa del otro lado veras que en el interior pone tu nombre. Mira, lo ves, pone Juan y debajo pone las señas de esta casa, donde vives.
-Ah… donde vivo…
Sara le devolvió el reloj. Una lágrima se deslizó por su cara hasta la comisura de la boca. La secó con el dorso de la mano. Por desgracia se iba cumpliendo lo que los médicos le habían dicho, cada vez menos recuerdos, cada vez menos momentos de lucidez.
Hacía un año que, después de celebrar su cumpleaños, tras ocho días de ausencia de su casa, habían encontrado a su padre dando tumbos por ahí, sin reloj y sin destino.


martes, 4 de agosto de 2015

Cuando no estás


Cierro los ojos y me pierdo en el tiempo posible, imaginario, de mi pensamiento.

El real, arremolinándose confinado entre muros de relojes fundidos, hacinado, confundidas sus manecillas en minutos ajenos, con hambre feroz, enconado y despiadado, me arranca del mío a mordiscos, devora mis párpados e inexorable hace que vea horas extrañas, recelosas, aviesas; turba que en tropel son barahúnda que me lleva al abismo de no ser contigo.

lunes, 20 de julio de 2015

Apunte para un cuento.


Por fin mis padres me dijeron lo que estaba esperando que me dijeran desde que cayó la primera nevada en nuestra ciudad: “Coge los patines, el sándwich que tienes en la cocina y ve al lago. El hielo ya está lo suficientemente duro”

Cerrando la puerta a mi espalda me llegó la voz de mi madre: “pasa por casa de tu amiga y vais juntos”.

Como si fuera a ir solo sabiendo que también tú esperabas, con las mismas ganas que yo, poder ir a patinar.

Corrí hasta tu casa y, al llegar, vi que estabas esperando sentada en los escalones de subida al porche. ¿Cómo podías saber que iría a buscarte? No te lo pregunté cuando te uniste a mí en la acera, ni cuando tomamos el camino al lago, ni cuando llegamos, ni cuando patinábamos. No te lo pregunté ni te hablé. Eso es lo que siempre hacía, porque tu presencia me sobrecogía. Quería decirte que estabas muy guapa con el suéter de cuello vuelto que te había tejido tu madre con la lana sacada de jerséis viejos de tus hermanos. También me hubiera gustado poder decirte que patinabas muy bien y que eras muy atrevida aunque dijeras que te daba miedo. Pero no hablaba. Cuando estaba contigo mi cabeza se llenaba de palabras para ti y, sin hablarte, mantenía conversaciones contigo desde que te veía hasta que te dejaba en tu casa.

 

Pronto iba a ser la fiesta de fin de curso y despedida del colegio. Como todo lo que sucedía entre nosotros, de una manera tácita, sin haberlo hablado, te recogí en tu casa a las siete de la tarde. Tu padre nos dejó su coche para ir al colegio. Tú conducías, acababas de obtener la licencia y era la primera vez que manejabas el coche sin tu padre al lado. Estabas radiante con tu vestido amarillo y los zapatos del mismo color. Bailamos toda la tarde, bebimos unos cuantos refrescos y sin hablarte, como siempre, no dejé de charlar contigo hasta que llegamos a tu casa y me marché.

 

Cuando, estando en la universidad, decidí que quería vivir en Nueva Orleans, atraído por su música y la forma de ver la vida de los que allí vivían, te escribí para contártelo. No te llamé por teléfono porque, como siempre, no habría hablado. Luego, pasado el tiempo, cuando viniste a visitarme allí, con tu pelo rizado, vestida de hippy, me dijiste que nunca habías creído que fuera a quedarme mucho tiempo pero que viéndome en esa ciudad entendiste por qué no había vuelto a la nuestra. También me contaste que te marchabas a Nueva York, habías decidido dedicarte a pintar e intentar vivir de ello.

 

Nos recordamos el uno al otro sin decírnoslo durante varios años. Recibí una carta tuya invitándome a visitarte aprovechando que hacías tu primera exposición en solitario. Fuiste a esperarme a la Estación Central y juntos paseamos por Nueva York hasta llegar a tu exposición. Te reíste cuando, al ver tus cuadros, dije: “Maravillosos”. Comentaste que nunca había sido tan expresivo. Esa noche, mientras cenábamos, me animaste a quedarme allí, para que desarrollara todos los apuntes que tenía para cuentos, poemas y novelas. No te contesté y me quedé. Decidí que iba a plasmar en el papel todo lo que te había contado durante todo ese tiempo que había pasado desde que te vi por primera vez, seria y asustada, de la mano de tu madre, en la entrada de la escuela.

 

Es Navidad y he estado paseando por el East Village y el SoHo. Curioseando por librerías de libros antiguos he encontrado una acuarela en la que estamos tú y yo, de niños, patinando en el lago helado; es un esbozo a lápiz que está ligeramente coloreado. También he encontrado una fotografía de la Estación Central en la que, casualmente, aparecemos. Debieron de sacarla el día que fuiste a buscarme. He comprado las dos.

Sin rumbo he seguido caminando y mis pasos me han traído frente a tu casa. Me he sentado en las escaleras que suben al portal y te estoy escribiendo mis deseos de Feliz Navidad en la pintura del lago, ahora la dejaré en tu buzón.

He pensado llamarte muchas veces, pero no habría sabido que decirte. Te he escrito poemas y cuentos, pero no te lo he dicho.

Solo con pensarte me quedo mudo y mi cerebro te habla y te habla y te habla…

Hoy dejaré estas páginas de mi cuaderno con el dibujo…

Eso creo.

martes, 9 de junio de 2015

Paciente Impaciencia


Los minutos dejan de serlo cuando se traban las manecillas largas de los relojes. Así, entramadas, crean una laguna de tiempo detenido en la que mi reflejo envejece ausente a esa realidad.
Las ondas producidas por los segundos se estrellan contra el muro de manecillas. Cómplices de las horas, quieren liberarse y saltar, aún frenados por mi deseo de quietud, empujados por mi desesperar por tu ausencia.

Sin ti, intentando no ser, solo se ser impaciencia por ser contigo.

 

viernes, 22 de mayo de 2015

Cosas del Ying y el Yang


Surgen en mi cabeza dos pensamientos, de un solo cuerpo, como un águila bicéfala.
Este águila come para crecer, pero su alimento no son pequeños animales. La dieta de estos dos pensamientos, común al cuerpo que los soporta, son ideas.
Ahora bien, existe una gran diferencia en el gusto mostrado por estos pensamientos. Uno de ellos gusta de buenas ideas, el otro de malas.
El cuerpo que los sustenta, a ello, dice que es una forma de crecer, compensando.

jueves, 30 de abril de 2015

En sus sombras y reflejos.


Son tantas las vidas que me gustaría vivir contigo… Es tan poco lo que puedo… Muchas intento vivirlas en mi escritura, donde se ven o atisban sus sombras y reflejos.

martes, 24 de marzo de 2015

Haiku de primavera


Renovada sensación.
Lluvia primaveral
en el polvo incrustado.

martes, 10 de febrero de 2015

De besos y lunas.


Los besos y la luna van íntimamente ligados, aunque haya quien dude de ello. 

Ciertamente se puede dar cualquier tipo de beso en cualquier momento pero, al igual que un vino concreto nos produce un mayor deleite al beberlo mientras comemos un queso determinado u otro alimento que ‘le vaya’, maridaje se dice ahora, los besos también tienen su maridaje con la luna haciendo que nuestro deleite sea mayor si lo seguimos. 

Nuestro consejo es que los besos han de ser: Alunados con la luna menguante, alucinados con la luna nueva, luneros con la luna creciente y plenos con la luna llena. 

A disfrutar y ¡Buen provecho!

lunes, 9 de febrero de 2015

Haiku tardío

Senda iluminada
por luna menguante,
pasos vacilantes.

martes, 3 de febrero de 2015

Camilo el cocodrilo del Nilo y Amalia la cocodrila de Australia.




Hace unos años estuve en la República Dominicana visitando a mi compadre y su familia. Por circunstancias de su trabajo tenía que moverse por ese país que ocupa dos tercios de La Española. Cuando estaban acabando mis vacaciones me llevó a Lago Enriquillo, un lugar cercano a la ciudad de Barahona que está en un parque natural.

Leyendo en internet sobre el lago Enriquillo, me llamó especialmente la atención la población de cocodrilos que allí hay. Si, cocodrilos. No caimanes o aligátores que es lo que abunda por aquellas tierras.

Pregunté a mi compadre sobre aquella población que tan lejos estaba de sus congéneres al otro lado de los océanos y me indicó que es una única especie de cocodrilos que se llaman cocodrilos americanos y que se extienden por el Caribe y América Central.

Tanto me llamó la atención que cuando llegamos me puse a buscarlos. Me costó encontrar algunos que no se alejaran al acercarme pero a última hora di con un grupito de tres que estaban charlando junto a la orilla. Comentaban que aunque algo escasa la cena había sido suficiente. Lo cierto es que el que fueran dominicanos fue una ventaja para mí pues, aún con sus giros particulares, hablaban español por lo que les entendí a la perfección. Con cuidado de no asustarles me presente a ellos. 

- Buenas tardes señores cocodrilos, disculpen que les moleste y por favor no se marchen, mi intención es hablar con ustedes desde aquí sin importunarles demasiado. 

En un principio hicieron amago de escabullirse en el lago pero uno de ellos algo mayor de tamaño, quizá midiera unos seis metros, se quedó un tanto desafiante a la par que preparado para hundirse en el lago.

- Por favor, no se marchen, ya les he dicho que mi intención es exclusivamente charlar con ustedes. 

- No es usted de por aquí ¿verdad? Me preguntó casi afirmando. 

- Efectivamente, soy de España y estoy disfrutando unos días de vacaciones en esta isla tan bonita. 

- Mmm… España… Nuestro tataratatarabuelo contaba que, en su viaje, había pasado cerca de una ciudad española… Cádiz, nos decía que se llamaba. 

- Si, es una ciudad que está al lado del estrecho que separa el mar Mediterráneo del océano Atlántico. 

- ¡Eh! ¡Muchachos! ¡Acercaos! Gritó a los otros cocodrilos. No es un cazador furtivo. 

- Estás seguro que no tiene un arma. Dijo uno de ellos. 

- No, no la tiene, venga, venid para acá. 

- Hey ¿Quién eres? Preguntó el otro.

- Me llamo Luis y he venido de España a pasar unos días de vacaciones. 

- ¿Y cómo es que te has llegado hasta aquí? Preguntó el mismo de antes mientras se acercaba. 

- Pues me han traído a ver el lago y me han hablado de la existencia de cocodrilos en él y como es algo que me parecía raro he estado recorriendo la orilla hasta que les he visto. 

- Pero vamos a tutearnos ¿no? Dijo otro mientras se acercaba más. 

- De acuerdo, nos tuteamos. Dije mientras me alejaba un poco. 

- Pero no te vayas hombre.

- No, no me voy, solo me aparto que aunque os he oído que con lo que habéis cenado tenéis bastante no se si se os puede pasar por la cabeza preparar el desayuno conmigo. 

- Pero chico, que desconfiado eres. Vale, nos quedaremos aquí para que te sientas más a gusto. 

- Gracias. ¿Podría haceros unas preguntas? 

- Claro, como no. 

- ¿Qué hacéis unos cocodrilos como vosotros en el Caribe? Estáis lejos de vuestros parientes africanos o asiáticos. 

- Si, realmente nuestra historia es curiosa, nosotros descendemos de los africanos por parte de Camilo y de los asiáticos por parte de Amalia. 

- ¿Cómo? ¿Qué queréis decir? ¿Quiénes son Camilo y Amalia? 

- No es quienes son, sino quienes fueron. Es una historia larga, ¿seguro que quieres que te la contemos ahora que es prácticamente de noche? ¿No será mejor que lo dejemos para mañana? Así no nos dan tentaciones de acercarnos en la oscuridad. 

- De acuerdo, gracias por el aviso. 

- De nada, la verdad es que nos caes simpático y no tenemos muchas ocasiones de charlar con humanos, siempre salen huyendo o salimos huyendo nosotros si son cazadores furtivos. 

- Bueno, pues hasta mañana. ¿En este mismo sitio? 

- Si, aquí se está bien. 

Al día siguiente le dije a mi compadre que iba a dar una vuelta por la orilla del lago Enriquillo y que echaría toda la mañana en ello. Me dijo que le venía bien pues tenía que acercarse a la frontera con Haití para hablar con unos cooperantes franceses que estaban en ese país. Así pues, me dirigí al lago donde encontré a los tres cocodrilos en la orilla tomando el sol.

- Hola, buenos días, que tal están. 

- Bien, muy bien, gracias, pero ¿no habíamos quedado en tutearnos? 

- Si, disculpen, disculpad quiero decir. ¿Lleváis mucho tiempo esperando? 

- Pues un poco, madrugar, lo que se dice madrugar, no madrugas mucho. Ya hemos desayunado y estábamos recordando nuestra historia. Con estas patas no es que podamos escribir por eso nos contamos las historias que nos han contado a nosotros y así las recordamos y guardamos.
Ayer nos quedamos en que nos preguntaste quienes eran Camilo y Amalia ¿no? 

- Si, así fue. 

- Pues Camilo y Amalia fueron nuestros ancestros, el origen de todos nosotros, por poner un ejemplo podríamos decir que fueron el equivalente a vuestros Adán y Eva.
Decías que estábamos lejos de nuestros parientes asiáticos y africanos y así es, pero para Camilo y Amalia no fue un impedimento la distancia. Inexplicablemente llegaron casi al mismo tiempo a nuestro Mar Caribe y se asentaron en esta isla… Pensando en ello quizá hubiera sido más lógico que se hubieran encontrado en la India pero no fue así, se encontraron aquí.


- Pero ¿cómo pudo ser eso? ¿de donde vinieron? 

Otro de los tres cocodrilos tomó la palabra.

- Escucha lo que te vamos a contar y puedes preguntar de vez en cuando pero no nos interrumpas mucho que se nos va el santo al cielo y por menos de un pimiento nos perdemos. Nuestra tradición en cuanto a nuestra historia es oral, como te hemos dicho, y repetimos de memoria muchos pasajes, casi como un mantra de los asiáticos. 

- Vale, disculpad. Por favor continuad.

- Como te estábamos contando, cada uno vino de un lugar distinto para encontrarse, felízmente para nosotros, en el Caribe. Camilo fue el cocodrilo que llegó del Nilo. 

- ¡Ah! Entonces era africano. 

- ¿Puedo seguir? 

- Si claro, perdona de nuevo. 

- Pues eso: Camilo fue el cocodrilo que llegó del Nilo y Amalia llegó de Australia.
Yo conozco, o recuerdo para ser más exactos, la historia de Camilo y aquí mi amigo, dijo señalando con la cabeza al cocodrilo de su izquierda, conoce mejor la de Amalia, cada uno te contaremos una y él, señaló al otro del trío, completará lo que nos vayamos olvidando.
 

¿Qué? ¿No preguntas nada? 

- Pues es que se me ocurren muchas preguntas pero creo que mejor es escuchar y ya preguntaré. 

- Veis, os había dicho que me cae bien este humano, aprende rápido, escucha y parece que está verdaderamente interesado en nuestra historia, podemos contársela.
Camilo era un cocodrilo que vivía en el Nilo y que había oído contar a cocodrilos viajeros, que a su vez lo habían oído de otros cocodrilos que habían llegado de donde se oculta el sol, que había un río inmenso, el padre de todos los ríos, que superaba incluso ese río en el que desembocaba su Nilo, el cual, aún en época de crecida, era pequeño comparado con él. Con el tiempo, oyendo a los humanos y viendo lo que en vuestras cajas contáis, sabemos que ese primer río enorme es lo que llamáis Mediterráneo y que ese Inmenso Río padre de todos los ríos del que hablaban los cocodrilos viajeros lo llamáis Atlántico.

Llegó un día en que Camilo decidió conocer ese Inmenso Río en el que se hundía el sol. Es importante que todos sepamos que Camilo era un excelente nadador, el mejor de todos los cocodrilos, el más rápido y resistente de todos. Llegaba el primero a las presas y podía estar nadando día y noche sin cansarse. Se estuvo informando, charlando con todo cocodrilo que se le ponía a tiro y que supiera y quisiera contar algo sobre el Inmenso Río. Después de muchísimas conversaciones decidió que como lo suyo era nadar y no andar (lo cierto es que no era ni mucho menos el más veloz andando) iría nadando por el Nilo hasta desembocar en el Gran Rio y desde este al Inmenso Río, pues de todos los cocodrilos es sabido que todos los ríos desembocan en otros ríos mayores hasta llegar al Inmenso Río.
Los animales de cuatro patas decidieron acercarse al río para que pudiera cazar a uno de ellos y así, alimentándose de él, cogió reservas para su viaje que comenzó sin dilación, despidiéndose solo de los que se cruzaron con él en su descenso.

Nadó, nadó y por fin, después de pasar unos canales estrechos entre arena, se dio cuenta de que estaba nadando en una cantidad enorme de agua. Había llegado al Gran Rio en el que desembocaba el Nilo. Había cumplido su primera etapa.
De lo primero de lo que se percató fue que el agua estaba mucho más salada que la del Nilo incluso cuando este estaba en su temporada más baja lleno de arena y barro y curiosamente, según iba nadando más y más en ese Gran Río en dirección a la caída del sol iba notando como su cuerpo se iba adaptando, a esa sal que había en el agua, llorando más de lo habitual.

Sin dejar el agua en ningún momento nadó y nadó hacia donde se ocultaba el sol.
Comía peces y de vez en cuando se quedaba quieto, con la boca abierta, flotando en la superficie hasta que una gaviota imprudente, confundiéndole con un tronco a la deriva se posaba sobre él. Cuando se acercaba a su boca para picotear los restos de pescado que le habían quedado entre los dientes la cogía en un visto y no visto. Así, con esos extras en la comida llegó, tras ochenta soles, a un lugar en el que el Gran Rio (vuestro Mar Mediterráneo) se estrechaba. Allí sí que había una gran cantidad de peces. Comió hasta que ya no podía más, pasó al lado de una gran montaña y desembocó en el Inmenso Río. 


Uno de los cocodrilos dio unos pasos rapidísimos hacia donde estaba yo. Aunque estaba en una zona un poco elevada, de difícil acceso para él, me asuste y reculé apartándome.

- Pero dónde vas. Dijo el que estaba hablando. 

- Oye. Es que hablar de tanta comida me ha dado hambre y no lo he podido evitar. 

- Pero bueno. Qué va a pensar este humano de nosotros. Va a creer que no tenemos palabra y que estamos entreteniéndole para zampárnoslo. Dijo el primero con el que había entablado conversación. 

- Lo siento, lo siento, pero ten en cuenta que no nos hemos presentado lo que aún le deja en el lugar de una potencial presa. Dijo el cocodrilo que había avanzado hacia mí. 

- Es cierto. Ha sido un olvido peligroso no cumplir con nuestros protocolos.

- Luis ¿Así es como has dicho que te llamas, no? 

- Sí. 

- Bueno, pues este que tiene tanta hambre y que te va a contar la historia de Amalia se llama Simón. Simón, este es Luis. Luis, este es Simón. Presentados.
El que te está contando la historia de Camilo se llama Xavier. Xavier, este es Luis. Luis, este es Xavier. Presentados.
 
 
Pero bueno, es que nadie va a presentarme a mí. ¿Me tengo que presentar solo? Soy Carlos pero todos me llaman Charli. Encantado de conocerte Luis.


- Encantado de conoceros. ¿Ahora me puedo sentir algo más seguro? 

- Ya somos conocidos. Tú no eres un humano, eres Luis y nosotros no somos unos cocodrilos, somos Simón, Xavier y Charli.

- OK, lo cierto es que me tranquiliza conocer y aplicar vuestras costumbres. 

- Una vez que nos conocemos todos, Xavier ¿podrías continuar con la historia de Camilo? 

- Camilo había llegado al Inmenso Río. Te recuerdo que es lo que vosotros llamáis Océano Atlántico. Y sin alejarse mucho de la orilla de su izquierda para asegurarse la comida, continuó nadando hacia donde se ocultaba el sol. A los pocos soles vio que al igual que le había pasado con el Gran Río cuando nadaba por él, la otra orilla había desaparecido.Tras unos cuarenta soles decidió parar en una península a la que había llegado. Pájaros, lo que se dice pájaros o gaviotas o algo así, más bien había pocos. En la bahía interior encontró peces  y no les hizo ascos a unas cuantas langostas, grandes aunque algo insípidas, para llenar el estómago. 

- Vamos Xavier no te enrolles, que te gusta mucho adornar las historias y así no vamos a acabar nunca.

- Por cierto Charli. Dijo Luis. ¿A qué velocidad podéis nadar? 

- Pues puede variar de unos a otros pero podemos alcanzar entre veinticinco y cuarenta y cinco kilómetros por hora. Quizá más de cuarenta y cinco en sprint y cerca de los veinticinco mantenido. ¿Por qué esa curiosa pregunta? 

- Lo imaginaba por el tiempo que tardó en llegar Camilo desde la desembocadura del Nilo al estrecho de Gibraltar… 

- Lo del Nilo lo entendemos pero eso de estrecho de Gibraltar ¿qué es? 

- Lo que Camilo os contó que vio en la desembocadura del Gran Río en el Inmenso Río, la montaña que vio a su derecha se llama Gibraltar. 

- Ah. Vale. 

- Luego, si nadó cuarenta días, soles como él decía, y llegó a una península, debió de ser  al norte de un país que se llama Nigeria. Hay una península que ahora en su bahía tiene una ciudad que se llama Port-Étienne. 

- Bien, gracias por la lección de lugares del mundo. Ahora, Xavier, sigue por favor. 

- Camilo, tras alimentarse hasta no poder más, una mañana, se puso a nadar con el sol a sus espaldas, el sol pasó sobre él y se ocultó en el Inmenso Río y no se veía orilla alguna. Paró y se dejó flotar a la deriva. Miró hacia atrás y apenas vio la orilla que había abandonado. Cerró los ojos y durmió.
Despertó con la salida del sol y nadó de nuevo. De nuevo pasó el sol sobre él y cayó en el Inmenso Río. Camilo durmió.

Casi ochenta soles hicieron ese recorrido. Casi ochenta soles durante los cuales cazó una tortuga, varios peces y un delfín moribundo. Casi ochenta soles y tras la noche despertó cuando el sol salía al sentir que algo estaba sobre su espalda. Abrió los ojos despacio y girándolos hacia atrás vio una gaviota sobre él. Muy despacio abrió la boca lo justo para que el olor del pescado un poco pasado que tenía entre los dientes llegase a ella. La gaviota, como si estuviera en trance, se fue acercando al atrayente olor.
Estaba la gaviota lejos de la costa pues se había enfadado con su bandada que la había dado de lado por intimar con un pelícano. Cansada de volar había pasado la noche dormitando, flotando en el agua hasta la salida del sol. Cuando se despertó vio un tronco flotando y decidió subirse a él para ver si tenía algún molusco o algo comestible antes de emprender el vuelo de vuelta.

Cuando se posó sobre él vio que no tenía nada comestible, era ancho y se hacía más fino hacia un lado y hacia el otro… Juraría que no tenía esa forma cuando se posó en él. Quizá se había girado pues ahora asomaba una especie de rama hacia arriba en su extremo. Oh, qué bien, efectivamente debía haber estado sumergido y se había dado la vuelta pues de la rama le llegaba un olor a restos de peces de lo más sugestivo. Decidió acercarse para ver si podía aprovechar algo y así coger fuerzas para la vuelta.
Cuando se estaba acercando al nacimiento de la rama vio casi en su base algo que le llamó la atención. Parecía un ojo, un enorme ojo y otro bulto igual al otro lado. Que rama tan curiosa, subiría por ella y se dejaría caer a la parte de abajo para ver de dónde venía ese olor.

¡Eh! ¿Qué ha sido eso? ¡Se ha movido el ojo!
Camilo no pudo evitar cerrar el párpado interior cuando la gaviota le pisó el ojo y ahora esta había volado a su espalda alejándose de la boca. Se contorsionó rápidamente lanzando un bocado y… falló. La gaviota voló y volvió a posarse sobre él. Que insolente. Se hundió para quitársela de encima y para ver si se posaba en el agua y así él subiría a toda velocidad para cazarla. Ahí estaba, posada moviéndose con las olas. Dio dos coletazos y se lanzó a por ella… falló de nuevo. En el último momento la gaviota echó a volar salvándose por los pelos, mejor dicho por las plumas que Camilo rozó con la punta del hocico.

¡Pero bueno! Gritó la gaviota. ¡Es que no vas a parar hasta comerme! ¡Que soy Carlota y no te he hecho nada!
Sin darse cuenta de lo que hacía, Camilo le contestó: Y yo soy Camilo del Nilo, en mi naturaleza está cazar para alimentarme y llevo unos cuantos soles sin comer nada por lo que me vendría muy bien comerte.

Vaya, que bonito, así que te comes todo lo que se te ponga por delante.
Pues si llevo tiempo sin comer, si.

Por cierto, se interrumpió a si mismo Xavier, llevamos toda la mañana hablando y es la hora de comer algo.

Luis se retrepó en el cortado.


- No temas nada, somos conocidos y no nos comemos a los conocidos. Cuento algo más, que además te ayudará a entender esto que comento, nos vamos a comer y después de la siesta nos encontramos aquí.
La gaviota Carlota dijo a Camilo: ¿Cómo puedes comerte a alguien que conoces, a alguien que te ha sido presentado o a quien te has presentado y te ha correspondido? ¿Dónde están tus modales? ¿O es que en el Nilo ese no existen modales?

Claro que existen modales. Has de saber que es la cuna de la civilización y allí todos tenemos nuestro lugar y sabemos comportarnos correctamente unos con otros.
Ya, ya, pero te comes a alguien que conoces. No sabes que esa es la mejor muestra de mala educación que existe. Comerse a alguien que conoces. El colmo.

Lo cierto es que nosotros en el Nilo no tenemos costumbre de hablar con otros animales por eso no podía saber de esa costumbre.
Pues ya es hora de que la aprendas. Cuando dos seres se han presentado pasan de ser generalidad a ser particularidad y la particularidad nos muestra como individuos únicos separándonos de la masa o grupo por lo que al conocerse individualmente y aceptarse como tales (individuos) con nombre propio se pasa a un estado nuevo de reconocimiento del otro y solidaridad para con él. Por ejemplo, no comiéndoselo.

De acuerdo, en este nuevo Inmenso Río, tomo como mía y de mis descendientes esta costumbre que veo adecuada y de ahora en adelante a quien me presente y me sea presentado dejará de ser comida.
¿Qué Luis? Me dijo Xavier mientras se daba la vuelta y se sumergía en el lago. ¿Entiendes ahora por qué puedes estar tranquilo?


- Si, ha quedado perfectamente claro. Después de la siesta nos vemos aquí. 

- Hasta luego dijeron Charli y Simón mientras se hundían. 

- Hasta luego amigos cocodrilos. 

Eran las tres y media del medio día, mi compadre debía estar esperándome para comer juntos. Aunque me apetecía estar con él deseaba que sus gestiones le ocuparan la tarde para volver con los cocodrilos. 
Llegue al hotel a tiempo pues aún no había llegado al restaurante. Me senté en una mesa cercana a los ventanales que daban al paseo y me entretuve en ver pasar a la gente mientras le esperaba.


- Hola Luis, disculpa que me haya retrasado y también que tenga que volver esta tarde a Haití. ¿Te apetece venir? Podrías dar una vuelta por allí mientras estoy con los cooperantes. 

- No, no hace falta, incluso me viene bien pues quiero conocer mejor el lago. 

No me apetecía nada comentarle que había entablado relación con unos cocodrilos y que estaba de lo más interesante lo que iba aprendiendo de ellos. Le conozco y seguro que habría dejado colgados a los cooperantes para, quizá, no caerles bien a los cocodrilos y entonces me podía quedar sin conocer el final de su historia.

- De acuerdo, quedamos aquí en el hotel para cenar. Luego te compenso llevándote a un sitio que ponen un ron riquísimo y que además está al lado de una playa del lago que está cerca. Vamos a comer, dejé encargado Zancocho, verás que bueno está. 

Terminamos de comer y tuvimos tiempo de tomar un café mientras acababa de contarme su reunión de la mañana con los cooperantes.

- Parece que quieren que abordemos un programa conjunto en la isla entre la cooperación francesa y la española que sirva tanto para Haití como para República Dominicana. Por mi parte he apuntado la creación de un parque natural uniendo el lago Enriquillo y la zona equivalente de su lado. Como ves Luis tenía que salirme la vena de biólogo-ecólogo. No han sido en balde los años que pasamos en la facultad. Creo que sería una buena salida para la economía local Dominicana que aquí en el sur está un tanto deprimida y es claramente ventajoso para Haití por los problemas económicos que tienen. 

- Con una buena gestión… En una isla como esta, claramente enfocada su economía al turismo, un parque natural bien gestionado, como decías, puede ser una buena inyección para la zona. Además puedes sumar el atractivo de lo exótico para los turistas de habla castellana cuando en las rutas que se organicen para visitarlo pasen a la zona del parque de Haití, por el cambio de idioma, aspecto, etc. Y lo mismo para los que vengan de Haití, aunque seguro que serán muchos menos. 

- Bueno Luis, me marcho. Nos vemos más tarde. Chao. 

Fui directamente al lago. Estaban allí, esperándome, Simón, Xavier y Charli.

- ¿Qué? ¿Es costumbre tuya el llegar tarde o es solo con nosotros? 

- No seáis susceptibles, es que me he entretenido más de lo que esperaba. Compromisos de última hora (cualquiera les hablaba de comida). 

- Bueno. Retomemos la historia, si es qué te interesa. 

- Por supuesto, por favor continuad. Tened en cuenta que mañana a última hora de la tarde vuelvo a Santo Domingo.

- Bueno, tendremos que aligerar. Dijo Xavier. Habíamos dejado a Camilo y Carlota que habían hecho un pacto que hacía que Carlota dejara de ser comida para Camilo.
Aprovechando el tirón Carlota propuso a Camilo que la dejara picotear los restos de pescado. Este le dijo que mejor no tentar la suerte pues para él era muy nueva esa situación y podría suceder que su instinto le dominase aún.

Oye Carlota, no debe estar muy lejos la orilla si tú estás por aquí.
Está cerca, en cuanto volemos un poco, bueno, yo vuele y tú nades, la veremos. Sígueme y podemos pescar algo al llegar cerca de tierra.

Así fue, habría nadado unos ochenta kilómetros cuando empezó a vislumbrar la tierra. Había llegado a la isla que vosotros los humanos llamáis Puerto Rico. Cuando llegó pensaba que era la orilla del Inmenso Río pero mientras iba buscando presas para alimentarse fue dando la vuelta hasta llegar a la misma playa y se dio cuenta de que era una isla. Lo comentó con Carlota.
Esto es una isla. Este Inmenso Río sí que lo es. Tiene una isla muy grande y desde ella no se ve la orilla.

No es la única isla que hay, a la velocidad que nadas podrás ir pasando de isla en isla en un sol o dos para las más alejadas. De una en otra puedes llegar a la Gran Costa que quizá sea lo que tu llamas “la orilla”.
Y eso fue lo que hizo Camilo, fue recorriendo las islas de este Mar Caribe, incluso llegó a la orilla que también recorrió y tras un tiempo viajando volvió a La Española, que es una de las islas que había visitado en su recorrido, para descansar en este lago, aunque de vez en cuando salía de nuevo a recorrer las otras islas.

Y ahora le toca a Simón contar la historia de Amalia. 

Simón se acercó a la orilla pues había estado prácticamente sumergido mientras Xavier contaba su parte de la historia. Sacando medio cuerpo unos tres metros fuera del agua comenzó.

- Amalia vivía en lo que llamáis Australia. Cerca de una isla pegada a la costa que allí llaman Isla Fraser. En más de una ocasión se había acercado a la isla de Nueva Caledonia. Los cocodrilos de mar australianos son grandes viajeros y se adentran en el mar grandes distancias a menudo y aunque prefieren dejarse llevar por la corriente no son malos nadadores.
En una ocasión, estando en las costas de Nueva Caledonia, un macho de su especie, por aquello de entablar conversación… o ligar que dicen otros, le contó que más allá, yendo hacia el sol que nacía, había unas islas, lejanas unas de otras, que permitían a los grandes viajeros llegar al límite donde ya todo era agua y solo agua, la Gran Masa de Agua, al final de las tierras.

Pero eso es algo que muy pocos han hecho y menos aún una hembra. Le dijo.
Amalia se sintió atraída por la idea, una hembra fuerte como ella seguro que sería capaz de llegar al fin de las tierras e incluso adentrarse en la Gran Masa de Agua. Qué se había creído ese fantasma.

Llego a Fiji en menos de diez soles, allí encontró a unos cocodrilos que le hablaron de unas islas que estaban a más de veinte soles continuando la misma dirección que había traído. Las que vosotros llamáis Polinesia Francesa. Y ni corta ni perezosa, dio las gracias por la información, se alimento bien y partió.
A los diecinueve soles encontró las islas. Dejándose llevar por la corriente a ratos y nadando a otros siguiendo la dirección del nacimiento del sol llegó a una mayor que las demás, la que los humanos llaman Tahití. Allí conoció los primeros humanos con los que trató pues la confundieron con uno de sus dioses y le ofrecieron comida, lo que le vino muy bien para recuperarse. Para agradecerles el detalle, en dos ocasiones, asustó bancos de peces hacia sus redes haciendo que tuvieran una captura cuantiosa.

Los humanos de esa isla eran grandes navegantes y en una ocasión les siguió durante muchos soles hasta otra isla, menor que la que había dejado atrás, la que conocéis como Hiva Oa. Allí oyó hablar a los humanos de troncos de maderas desconocidas que habían llegado a sus costas desde más allá de la Gran Masa de Agua y le picó la curiosidad. ¿Sería verdad? ¿Habría tierra más allá? Si se preparaba bien podría hacer ese viaje y se convertiría en la mejor viajera de todas las épocas.
Lo cierto es que ya había probado el gusto de hacer lo que muy pocos o nadie había hecho en lo que a viajes y descubrimientos se refería. Era la primera de su especie que había llegado tan lejos.

De nuevo se alimentó todo lo que pudo y comenzó a nadar. Se había propuesto nadar despacio pero de manera constante, guardando fuerzas dejándose llevar por la corriente, de sol a sol. Esperaba encontrar algo que comer en su viaje. Si no encontraba comida daría media vuelta antes de agotarse por completo.
Tardó cincuenta soles, un pez espada joven y despistado, un tiburón que la quiso atacar y salió trasquilado y una tortuga marina, en llegar a las Islas Galápagos. Allí descansó y cogió fuerzas. Aquellas islas eran muy pequeñas. Seguro que había una tierra más grande cerca, muchos soles habían pasado, estaba convencida de que la Gran Masa de Agua se acababa.

Siguió a una tortuga a la que había echado el ojo como reserva, pero no llegó a comérsela pues llegó a una pequeña isla en cuyas costas, mientras la tortuga comía algas, corales, cangrejos y moluscos, consiguió coger varios peces saciando su hambre.
Volvió a seguir a la tortuga que se dirigió hacia donde nacía el sol y, de nuevo, cuando estaba a punto de comérsela llagaron a una costa mucho más grande. Había llegado al final de la Gran Masa de Agua donde nadie de su especie había llegado. Estaba en Panamá. La tortuga salió a la playa para poner sus huevos y Amalia, pescando y nadando recorrió la costa hasta llegar a la desembocadura de un río.

Este río entra en la Nueva Tierra, lo seguiré, soy única y como tal puedo hacer lo que quiera hacer. Se dijo.
Y yo os digo que es hora de ir a buscarse la cena. Luis, mañana seguiremos, si es que estás interesado, ahora nos vamos a cenar. Chao.


Sin darme tiempo a despedirme se sumergieron los tres cocodrilos y desaparecieron en el agua.
Me levanté pensando en la increíble hazaña de esos dos cocodrilos, Amalia y Camilo, si es que era cierta la historia que me estaban contando estos otros tres con los que había entablado conversación. Miré el reloj y me apresuré camino del hotel, mi compadre estaría esperándome.

Así era, estaba en la barra del bar tomando una cerveza y comiendo un sándwich de aspecto apetitoso.

- Hola, qué tal ha ido por Haití. Le pregunté mientras me sentaba a su lado y alzaba la mano para llamar la atención del camarero. 

- Hombre, ya has llegado. He estado esperando pero estaba hambriento y no he podido aguantar más por lo que he pedido esto. Dijo enseñándome el sándwich mientras lo mordía. 

Masticando me fue contando que había sido muy productiva la tarde y, si me parecía bien, dormiríamos allí esa noche, ya había cogido una habitación doble.
El camarero estaba parado ante nosotros y le hice un gesto con la mano a mi compadre para que se interrumpiese. 


- Por favor, tráigame lo mismo pero mi cerveza que sea sin alcohol. 

El camarero miró el sándwich que estaba devorando mi compadre y se fue para hacer el pedido.
Continuamos charlando. Llegó mi sándwich. Seguimos charlando. Salimos del hotel y paseamos hasta un chiringuito que estaba en la orilla del lago. Nuestra charla, acompañada por un par de rones dominicanos se alargó hasta las dos de la madrugada.

Nos levantamos temprano y después de un buen desayuno en el bufet libre del hotel nos despedimos hasta medio día. Mi compadre se fue a Haití y yo al lago a buscar a los tres cocodrilos americanos para conocer el fin de su historia.
Llegué al sitio en que habíamos estado charlando los días anteriores y me senté a esperarlos. Apenas me había apoyado en el suelo cuando emergió el que se llamaba Charli y tras él los otros dos: Xavier y Simón. 

- Hola Luis, buenos días.

- Buenos días. ¿Qué tal todo? 

- Bien, parece que va a ser un buen día. Hemos tenido suerte y hemos desayunado muy bien. ¿Y tú? ¿Cómo te ha ido? Dijo abriendo la boca en lo que parecía una extraña sonrisa ¿Qué tal se dio la noche? 

- Bien, estuve con mi compadre cenando y luego nos dimos un paseo por la orilla del lago. 

- Ah, un paseo, eso está bien. Un poco de ejercicio antes de dormir no está mal. Seguía con la boca entreabierta con esa extraña sonrisa. 

- Bueno, mucho ejercicio no hicimos pues nos quedamos en un chiringuito que está cerca del hotel tomando ron.

- Veis, os lo había dicho, era él. 

- Si, acertaste, has ganado la apuesta, el próximo pez que cojamos será para ti. 

- De modo que me visteis anoche. ¿Dónde estabais?

- A veces, atraídos por las luces y los colores, nos acercamos a la orilla y como además corre la leyenda de que en una ocasión un borracho despistado se cayó al lago y uno de nuestros congéneres tuvo comida para unos cuantos días, solemos acercarnos a ese bar en el que estuviste anoche por si acaso...

- ¡Eh!. Así que vais allí a buscar un extra de comida acechando a los que están tomando copas por si se les ocurre bañarse o se caen al agua.
Entiendo que esté en vuestra naturaleza pero no puedo evitar rechazar lo que me contáis.


- Bueno Luis, bromas aparte, si un humano o cualquier otro animal cae al lago y se ahoga no vamos a hacerle ascos para alimentarnos. En lo que se refiere al bar, lo cierto es que nos acercamos para disfrutar de las luces y de la música que nos gusta mucho, por eso te vimos allí. Vamos Simón, continúa tu relato donde lo dejaste ayer. 

- OK. Decía que lo cierto es que Amalia siempre estuvo muy orgullosa de lo que había conseguido. De haber llegado hasta donde llegó. De haber sido la única que había cruzado la Gran Masa de Agua y la Nueva Tierra.

- ¡Eh Simón! Chico, que te adelantas. Sigue el orden de la historia que nos liamos. 

- Vale, vale, sigo el orden, que poco creativos sois.

- ¿Qué somos poco creativos? Si somos poco creativos es porque es la única manera de que la historia se recuerde como fue y no se vaya cambiando hasta no tener que ver nada con lo que sucedió. Saltaron a la vez Charli y Xavier.

- Bueno, no me abronquéis, ya sigo contando todo “ciñéndome a la historia”.
Amalia se adentró por lo que hoy se llama “La Boca” en Panamá.

A partir de ahora iré utilizando los nombres que en la actualidad se da a los lugares por los que pasó Amalia. Cuando lo hizo, o no tenían nombre esos lugares o eran otros los que tenían y ya están olvidados.
Como os decía, se adentró y remontó ese río hasta lo que hoy llaman Corozal, de allí fue al lago Miraflores que entonces era poco más que una laguna, desde allí fue a Emperador pasando por diferentes lagunas en lo que llaman el área de Culebra, pasó por Las Cascadas y llegó a Gorgona.

Así contado parece cosa de nada pero tuvo que recorrer más de ciento cincuenta kilómetros muchos de ellos andando por bosque y zonas de jungla. Su instinto la llevó, con mucho esfuerzo para un cocodrilo, por unas tierras que luego los humanos han convertido en el Río que une el Inmenso Río de Camilo con la Gran Masa de Agua de Amalia.

Simón se estaba refiriendo al Canal de Panamá que une el Océano Atlántico con el Océano Pacifico. Ese sueño que ya tuvo Carlos V y que llevaron a cabo los norteamericanos hace unos cien años.

- Como iba contando, desde Gorgona llegó a un afluente del rio Chagres y por él hasta ese río. Descendiendo por él, por fin,  llegó a lo que hoy es El Fuerte San Lorenzo. Ya estaba en el Mar Caribe.Relajada, satisfecha de si misma, Amalia, nadando a ratos, a ratos dejándose llevar a la deriva, recorrió algunas islas del Mar Caribe hasta que se encontró con Camilo.

- Bueno Simón, ahora me toca a mí, que llevo callado mucho tiempo. Dijo Charli.

- ¿Callado? Si no paras de meter baza.

- ¿Qué no paro? Lo único que he hecho ha sido cortar las disgresiones y apuntar un par de cosas. Entiendo que quieras ser el centro de atención, pero decir que no paro de meter baza. Te has pasado chico.

Charli lanzó una dentellada a Simón girando la cabeza y a este apenas le dio tiempo de apartarse mientras él a su vez lanzaba otra dentellada a Charli. Se quedaron quietos midiéndose.

- ¡Eh! ¡Vale ya! Gritó Xavier. Parecéis dos matones de río. Que va a pensar nuestro recién conocido Luis de nosotros. Vaya ejemplo bonito que estáis dando.

- Es este metepatas de Simón. Me tiene harto. Y tú no te olvides, tengas hambre o no la tengas, el próximo pez que cojas es mío, tienes que pagar la apuesta.

- Más harto me tienes tú que te crees que por ser mayor que nosotros tienes derecho a mangonearnos.

- No mangoneo a nadie. Quieres que mangonee. Quieres ver lo que es mangonear. Dijo alzándose sobre las patas delanteras en un gesto desafiante.

- He dicho que vale ya. Repitió Xavier. Parecéis gallitos de pelea en lugar de cocodrilos. Tengamos la fiesta en paz. Vamos Charli, acaba la historia de Camilo y Amalia que tenéis un tanto aco… asustado a Luis.

Mientras se había desarrollado la discusión me había retrepado alejándome de la orilla. El espectáculo de dos cocodrilos de seis metros de largo lanzándose dentelladas asustaba un poco.

- Hey muchacho, acércate que no te vamos a hacer nada.

- Me acerco Xavier, pero no las tengo todas conmigo.

- Nada, nada, no pasa nada. Estos muchachos son un poco vehementes. Nada más es eso.

- Pues claro, ya está olvidado. Dijo Charli. Si le parece bien a Simón continuaré con la historia.

- ¿Cómo que si me parece bien? ¿Ahora tengo voz y voto?

- Mira, lo que tienes…

- He dicho basta, tíos. Hasta me hacéis hablar mal. Por favor Simón ¿puedes dejar hablar a Charli sin interrumpirle? Por favor Charli, ¿puedes contar la historia limitándote a la historia?

Simón abrió la boca para decir algo y la cerró al ver la mirada de Xavier. 
Charli, al ver la intención de Simón abrió también la boca girándose hacia él y la cerró al ver que no decía nada, entonces se giró hacia mí y comenzó a hablar.


- Amalia se había quedado por las costas de la península de Yucatán después de recorrer parte del Mar Caribe, como ha contado Simón... y un día se acercó a la costa de Cuba donde se encontró con Camilo.
Acababa de comenzar el otoño y estaba en celo. A sus catorce años estaba preparada para conocer a “su cocodrilo macho”, pero que lejos estaban los cocodrilos, había atravesado la Gran Masa de Agua y luego la Nueva Tierra, lo que había sido un esfuerzo sobrecocodriliano, para llegar a este mar. Era la gran y única cocodrila, pero de que le servía eso ahora que su naturaleza la empujaba a buscar un cocodrilo. Qué bien habría estado que aquel que quiso ligar con ella, y que de alguna manera fue el que la empujó a su particular odisea, estuviera ahora allí. Ya no le parecía tan prepotente y hasta le recordaba apuesto… Pero si hasta le parecía que estuviese oliéndole… ¡Es que olía a cocodrilo macho!… Pero ¿cómo podía ser? ¿Dónde estaba ese cocodrilo? ¿Es que estaba volviéndose loca?

Siguiendo el rastro que dejaba Camilo, se encontró con él en el golfo de Batabanó.

- Ah. Con que no debíamos ser creativos. Es que no es ser creativo que Amalia hable en primera persona en tu historia. Que yo sepa la historia se cuenta en tercera persona. O sea que tú si puedes ser creativo y los demás no…

- Simón ya vale. Dijo Xavier. ¿Vamos a acabar tranquilamente la historia para Luis o la dejamos aquí y nos largamos?

- Mira, sabéis que os digo, que la acabéis vosotros si queréis, yo me largo, ya he tenido bastante charla con este humano.

Me puse de pié y mirando al cocodrilo que se llamaba Simón hablé para los tres.

- Disculpad si por mi culpa habéis discutido. No era mi intención importunaros si no simplemente pasar un rato y enterarme de vuestra historia, pero desde luego no a costa de que os disgustéis unos con otros. Muchas gracias por haberme regalado vuestro tiempo y vuestra historia. Hasta otra ocasión.

Me giré y cuando estaba subiendo el pequeño talud en el que estaba sentado, Simón me llamó.

- Venga Luis, no te mosquees. Aunque nos enfademos mucho todo queda en cuatro voces. Pasado mañana ya estamos como si nada.

- Oye. No te largues. Mira, acabamos la historia esta tarde. Ya es medio día. Nos vamos a comer, calmamos los ánimos y nos juntamos esta tarde para contarte el final.

- Por mí perfecto. Voy a llamar a mi compadre para ver sobre qué hora acabaré y así quedamos a una hora concreta para que no tengáis que esperarme.
 Saqué el móvil y llamé.

- ¿Hola? Soy yo, Luis

¿Cómo va todo?

¿Qué?

Entonces nos vemos por la tarde.

De acuerdo hasta luego.
Eh, cocodrilos. Resulta que se ha cancelado mi cita para comer. Voy a acercarme a un sitio que he visto al venir hacia aquí para comprar algo de comer y vuelvo enseguida. 


- De acuerdo, nos vemos aquí en un rato. Hasta luego. 

Fui a algo parecido a un mercado y compré pan y una especie de chorizo además de un par de latas de cerveza fría. Vi un puesto que resultó ser una pescadería y me acordé de los cocodrilos. Compre tres pescados enormes, me gasté un dinero pero merecía la pena, la historia que estaba conociendo gracias a ellos era muy buena.
Me acerqué al lago y me senté en el mismo talud en el que lo había hecho esos días. No llevaba ni diez minutos sentado cuando aparecieron los cocodrilos. 

- Hola Luis, estás comiendo. Si quieres nos damos una vuelta y venimos un poco más tarde.

- No, por favor quedaos. Si me lo permitís, he comprado unos pescados para invitaros, así no como solo. 

Saqué los pescados de las bolsas y los lancé al agua. Los cocodrilos, en un visto y no visto, los cogieron y en un par de bocados se los comieron. 

- Gracias amigo Luis. Estaba bueno este postre a nuestra comida. Ha sido todo un detalle.
Bueno, continuemos con la historia pues veo que ya has acabado con tu comida.

Habíamos dejado a Amalia en el golfo de Batabanó, en Cuba, cuando acababa de encontrar a Camilo. Si no os importa me tomaré la libertad de relatarlo con la voz de Amalia y de Camilo. Y sí, Simón, me tomo esta licencia y no volverás a oírme comentario alguno cuando tú lo hagas.
Amalia se decía: De dónde habrá salido este cocodrilo macho, es distinto de los cocodrilos que conozco y es bien grande, debe tener por lo menos veinte años. Mmm, tiene buena pinta. Me acercaré con cuidado, espero que no sea violento.

Camilo, que estaba nadando cerca de la orilla, se detuvo sorprendido por el olor que le llegaba por el agua. No podía creerlo, olía a cocodrila. ¿Dónde estaba? Cuando iba a empezar a nadar la vio a su lado. Se quedó quieto temeroso de que, si se movía, desapareciese igual que había aparecido.
Amalia se acercó muy despacio a Camilo, llegó a su lado y dejó que el pequeño impulso que llevaba la hiciera rozarse con él. Camilo olió a la cocodrila al pasar rozándole y se dijo: Esta sí que es un cocodrila bien plantada. Espero que no se asuste y se quede por aquí.

Amalia volvió sobre su estela y se paró al lado de Camilo. Extrañada de que no se moviese se dirigió a él.
Hola cocodrilo, ¿de dónde eres? ¿Qué haces por aquí? ¿Estás solo?... 

Camilo escuchó los sonidos que la cocodrila hacía pero no la entendió pues no conocía la lengua de los cocodrilos de mar australianos. Habló despacio y suavemente para que la cocodrila no se asustase: Hola, soy Camilo y vengo del Nilo. Eres una cocodrila muy guapa. ¿Vives sola aquí o está con algún grupo? 
Amalia vio que Camilo le hablaba pero no entendió nada de lo que decía. Menos mal que la naturaleza habla un idioma que está por encima de cualquier lengua y Camilo empezó a rozarse con Amalia y esta con él. Se sumergieron y jugaron al juego del amor. Así pasaron varios días. Luego buscaron comida y empezaron a hacerse comprender el uno al otro. 

Para entenderse entre ellos fue crucial la intervención de Carlota la gaviota pues esta conocía tanto la lengua de Camilo como la de Amalia. Carlota les enseñó la lengua de las gaviotas del Caribe pues así, según les explicó, además de entenderse entre ellos entenderían a las gaviotas lo que les sería muy útil.
Con el tiempo las gaviotas cambiaron su lengua, muy parecida a la lengua azteca antigua, por la española cuando llegaron gaviotas españolas con los descubridores, pues al descubrir la riqueza del español lo hicieron suyo. 

Conforme las gaviotas iban hablando la nueva lengua, para no perder la relación con los cocodrilos se la fueron enseñando. Así ahora, nosotros lo hablamos con los giros propios de cada isla, región o país, para no perder la capacidad de entender a los humanos que viven con nosotros y así saber sus intenciones  escuchándoles sin que ellos se den cuenta. 
Al mes, más o menos, Amalia construyó un nido en este lago en el que estamos, al que la había traído Camilo, e hizo una puesta de treinta y dos huevos. Buscó la zona más cálida del lago para que nacieran machos, así cuando estuvieran en edad de reproducirse, la segunda camada, para la que haría un nido en la zona más fría consiguiendo así que fueran hembras, también habría madurado consiguiendo un gran grupo de cocodrilos capaces de reproducirse.

Amalia y Camilo vivieron muchos años y Amalia hizo muchas puestas y sus hijas y las hijas de sus hijas también las hicieron y así hasta hoy, extendiéndose cocodrilos y cocodrilas por todo el Mar Caribe. Gracias a ellos existimos los cocodrilos americanos. 

Charli se quedó callado. Había terminado la historia de Camilo el cocodrilo del Nilo y de Amalia la cocodrila de Australia, la historia más antigua e importante para ellos, los cocodrilos americanos. 
Les di las gracias de nuevo por la fantástica historia que me habían contado y seguimos charlando hasta bien entrada la tarde de cosas intrascendentes y curiosas, tanto de los cocodrilos como de los humanos. Entre todas las cosas de las que estuvimos hablando digno de mención fue su repuesta cuando les pregunté cómo sabían que Camilo y Amalia eran los nombres de los dos cocodrilos que dieron lugar a los cocodrilos americanos, me dijeron lo siguiente:

- ‘Quizá ni siquiera esos fueron sus nombres verdaderos pero si son los que en nuestra tradición  se les da. Además, qué más da un nombre u otro, lo importante es la hazaña que completaron y su consecuencia que somos nosotros o ¿acaso los monos de los que descendéis vosotros los humanos se llamaban de verdad Adán y Eva?

Me despedí de ellos prometiéndoles que si alguna vez volvía por República Dominicana les visitaría.
Volví al hotel, me di una ducha y bajé al bar a esperar a mi compadre. Cuando llegó estuvimos hablando sobre los acuerdos a los que se había llegado con la Cooperación francesa en Haití, aunque el mayor peso de la conversación se lo llevó mi experiencia con los cocodrilos del lago y la historia que me habían contado. 

- Luis, si lo que aprendimos en la universidad es cierto, no es posible que los cocodrilos americanos desciendan de un cocodrilo del Nilo y un cocodrilo marino, son especies distintas. 

- En la actualidad son tres especies de cocodrilos distintas que pertenecen al mismo género, pero quien sabe desde cuándo va pasando de generación en generación esta historia de sus orígenes. Habría que realizar un mapa genético de las tres especies y ver que coincidencias existen del niloticus y el porosus en el acutus. 

- Siempre dejando lugar a la fantasía. Por algo tu exlibris en la universidad era “La fantasía es mi mundo” 

- Si, y sigue siéndolo. 

Al día siguiente fue a despedirme al aeropuerto, se habían terminado mis vacaciones. Cuando nos dimos un último abrazo me dijo: 

- ¿Escribirás la historia que te han contado los cocodrilos?

- Creo que sí. La llamaré Camilo el cocodrilo del Nilo y Amalia la cocodrila de Australia. Tengo unas cuantas horas en avión hasta llegar a España, iré haciendo apuntes y notas para no olvidar nada de lo que me han contado. Cuando la tenga te la mandaré. 

- Hasta pronto Luis. 

- Hasta pronto.
Oye, mejor que mandártela, la tendré para cuando vuelvas a España.

 

 NOTA: 

Camilo el cocodrilo del Nilo es un Crocodylus niloticus, Amalia la cocodrila de Australia es una Crocodylus porosus y Charli, Xavier y Simón, los cocodrilos Americanos, son Crocodylus acutus.