miércoles, 14 de octubre de 2015

¿Somos nuestra memoria?



-¡Felicidades, Juan!
Sara le sonrió mientras le ofrecía un pequeño paquete.
-¿Felicidades?

-Sí, hoy es tu cumpleaños.
-¿Qué día es hoy?
-Veintidós de agosto, tu cumpleaños.
-Ah… no me acordaba… no me acuerdo…
-Abre tu regalo, a ver si te gusta.
Juan deshizo con cierta dificultad el lazo y rompió el papel que envolvía la caja. La abrió y saco de ella un reloj de bolsillo con una cadena. Se quedó mirándolo sin saber qué hacer con él.
Sara se acercó y le cogió el reloj de la mano.
-Mira juan, si levantas esta tapa veras la esfera del reloj y sabrás la hora que es. Si levantas la tapa del otro lado veras que en el interior pone tu nombre. Mira, lo ves, pone Juan y debajo pone las señas de esta casa, donde vives.
-Ah… donde vivo…
Sara le devolvió el reloj. Una lágrima se deslizó por su cara hasta la comisura de la boca. La secó con el dorso de la mano. Por desgracia se iba cumpliendo lo que los médicos le habían dicho, cada vez menos recuerdos, cada vez menos momentos de lucidez.
Hacía un año que, después de celebrar su cumpleaños, tras ocho días de ausencia de su casa, habían encontrado a su padre dando tumbos por ahí, sin reloj y sin destino.