sábado, 19 de octubre de 2013

Hay palabras...

Hay palabras que no se tienen más que a sí mismas, la verdad es que son pocas entre las que existen. La mayoría son, pues en ese ser están los nombres propios. Hay otras que son y pertenecen ya a la clase de ser una o muchas (número), esas suelen ser neutras. Luego tenemos o son las que además de ser una o muchas son chica o chico, o lo que es lo mismo: femeninas o masculinas. Llegamos a aquellas palabras que no tienen persona (impersonales) y las que si la tienen, estas son las denominadas accidentes gramaticales referidos a los participantes que se comunican (… mmm... que participan en el acto comunicativo…). Y por fin tenemos las que lo son todo: persona, número e incluso: tiempo, modo y aspecto… bueno la verdad es que no lo tienen todo, no hay nada perfecto, no tienen sexo y tienen que ayudarse de algunas que si lo tienen.
Sabiendo algo más sobre las palabras ahora viene la disquisición de usarlas o no usarlas, usarlas en su faceta sonora o en su imagen escrita. Callarlas y escribirlas… Hablarlas y no darles forma física… lo uno y lo otro, ni lo uno ni lo otro…
Hay quien dice (la RAE por ejemplo) que las escritas son la representación gráfica de las habladas. Hay quien dice (por ejemplo yo) que las escritas, las más de las veces, son aquellas que no han sido dichas. Como intento ser coherente conmigo mismo, escribiéndolas busco que, por ser parco en las habladas, sean transmisoras de mis emociones y fuente de energía.
Plasmándolas pretendo que su imagen suene, a veces con un tañido profundo y casi permanente como campanas antiguas y solemnes, a veces ligeras y alegres como cascabeles, en los oídos de nuestras emociones. Si. Nuestras. Cuando las leo/veo/oigo, soy receptor y no emisor,  y también me emocionan o no. Me emocionan aportando energía al mensaje implícito en las construcciones que las conforman como mensaje, a veces siguiendo las normas gramaticales a veces anárquicas como lo es la vida y no me emocionan cuando resultan planas, tan planas que ni pueden compararse con hojas de árboles caídas.
Unas muy usadas, otras más nuevas e incluso algunas recién nacidas, otras casi en el olvido. Hay quien las dibuja más que las escribe y hay quien las desdibuja cuando las escribe. Todas me valen pues todas dicen algo, aunque el algo sea que no dicen nada.
Y ahora viene la parte difícil. ¿Qué palabras podría escribir para que entiendas lo que siento por ti?