miércoles, 29 de marzo de 2017

Cuatro giros a la derecha.


Siguió andando por la calle. Acababa de detenerse bajo el luminoso de una cafetería, que imitaba a las norteamericanas de los años cincuenta, para mirar la carta que tenían en la puerta. Hamburguesas, batidos y otras cosas…

¿Qué es lo que tenía que hacer? ¿De dónde venía? Se preguntó. No era capaz de recordarlo. Bueno volveré a casa y ya me acordaré. Menos mal que me hablo en silencio, si no quien me viera pensaría que estoy loco. Creo que es por esta calle a la derecha, me suena esa farola con el árbol pegado al lado.

Menos mal que ha dejado de llover, se dijo mientras avanzaba por la calle. Esta casa de tres plantas que hace esquina, con ese relieve que imita a los de Art Decó de los años veinte, también me suena. Menudos coches hay aparcados por estas calles, se ve que es un barrio de dinero. Como brillan todos después de la lluvia que ha caído. Creo que debo girar a la derecha.

Vio al fondo, a la derecha, una valla cubierta de glicinias. Esa valla con flores seguro que es de un chalé. Al llegar a la esquina y ver el chalé pensó que le resultaba familiar. Seguro que voy bien encaminado hacia casa, giraré aquí a la derecha.

Ahí enfrente hay una calle más ancha, habrá comercios y bares, también alguna parada de autobús, giraré a la derecha para seguir el sentido de la circulación.

Mira tú, se dijo parándose bajo el luminoso de una cafetería, esto es como de los años cincuenta en Estados Unidos. Entraré a ver que carta tienen. Aunque no hace falta, está expuesta en la puerta.

Se paró frente a la cafetería y estuvo leyendo la carta un rato, luego siguió andando por la calle hacia la esquina.